martes, diciembre 15, 2015

CINE: “Magallanes” y los escapes imposibles de la memoria

Se ha estrenado en Arequipa, en el Centro Cultural Peruano Norteamericano, la película peruana Magallanes, dirigida por Salvador del Solar, que ya ha recibido importantes premios internacionales.


Basada en el relato “La pasajera” de Alonso Cueto, “Magallanes” es una más de aquellas valiosas obras de ficción que agregan a la cultura peruana retratos del conflicto terrorista desarrollado en los ochentas y principios de los noventas entre Sendero Luminoso y el Estado Peruano, dejando a la población inocente en general como forzoso mártir indefenso.
Obras maestras como la película “La boca del lobo”, de Francisco Lombardi, o la novela “Ese camino existe”, de Luis Fernando Cueto, retratan el momento mismo de los desangramientos y los desgarros en la dignidad, dejando vacío emocional y duros sentimientos de humanidad cual colofones paradójicos sobre el país como realidad. “Magallanes”; junto con la lograda “NN: sin identidad”, de Héctor Gálvez, estrenada este mismo año; se encuentra entre aquellas otras que hablan de las secuelas de tales desgarros y desangramientos, tan pungentes y pesadas como estos mismos.

“Magallanes” es una película que sabe llevar un hilo narrativo con un buen juego de tensiones que, salvo en escasos momentos, agrega interés dramático rumbo a la explosión final, a la vez que compromete al espectador con el devenir de unos y otros personajes durante la trama. Eso además de presentar una situación llamativa que incita reacciones distintivas de ciertas idiosincrasias de la población peruana (léalo en el penúltimo párrafo bajo riesgo de enterarse de importantes detalles de la trama).

“Magallanes” convence con muy logradas escenas, con ritmos intensos en los planos de la propia acción y de las cargas psicológicas, con actuaciones sólidas de Damián Alcázar, Christian Meier, Federico Luppi y Bruno Odar, y con el desempeño sobresaliente de la actriz Magaly Solier. “Magallanes” es una pieza imprescindible del cine nacional, que coloca a Del Solar, por ser esta su ópera prima, como promesa del aún naciente cine peruano.

(Si no quiere conocer detalles que pueden anular la necesaria sorpresa al ver la película, deténgase aquí.)

El experto crítico Ricardo Bedoya, en su blog llamado “Páginas del diario de Satán” (búsquelo en la web), señala acertadamente las tres secuencias sobresalientes de “Magallanes”: el correteo en el mercadillo Polvos Azules; el corte de cabello en que Magallanes (Damián Alcázar) se hace reconocer por Celina (Magaly Solier); y la huída de Celina de la atosigante realidad que la persigue con el paisaje urbano de Lima como fondo poético, metáfora recurrente en el nuevo cine nacional (“Dioses”, “Sigo Siendo”, “Paraíso”, el final de “La ciudad y los perros”…) que parece representar un acoso monstruoso de la civilización a personajes marginados y fracasados.

Varios críticos han señalado los siguientes desaciertos (entre los que incluyo los que yo encuentro) por no agregar intensidad a la estructura dramática y en vez de eso restar verosimilitud, apartar al espectador del seguimiento de la trama o estar desconectados de la armazón narrativa que en su conjunto sí logra coherencia y se mantiene presente hasta el desenlace: la antipatía exagerada de la prestamista; el efectismo en la manera abrupta de presentar la enfermedad del hijo de Celina; el desafío amenazante de los motociclistas que ayudaron a Magallanes a hacerse con el fajo de billetes, lo cual no conduce a nada y más bien siembra expectativas innecesarias; lo predecible de ciertos hechos como el de que el fajo no contuviera billetes; la simpleza con que es secuestrado el personaje de Christian Meier y la ausencia de argumentos que expliquen el porqué de su  violación; la inexplicada riqueza del hijo del exmilitar… pero, como dije, a pesar de esto, los aciertos hacen que ver esta película sea imprescindible para cualquier peruana o peruano que se interese en el cine como valor cultural.

Hay un hecho sobresaliente en la relación de “Magallanes” con su público. Cuando el personaje de Christian Meier es sodomizado y, posteriormente, cuando este rehúsa llevar como una carga tal vejación, muy probablemente se escuchen risas y comentarios festivos en la sala de cine (yo los oí las dos veces que fui a ver la película); incluso algunos críticos señalan el segundo momento mencionado como la desacertada inclusión de un hecho cómico dentro de un momento altamente dramático y comprometido con la dignidad humana, la desgracia de Celina. Pero muchos no advierten que la violación de un hombre (aun siendo encarnado por Christian Meier) y su condicionamiento social a cuidar su imagen dejando el caso impune, no es en sí un hecho cómico sino una desgracia. La risa, como mecanismo de adiestramiento social, excluye lo que desprecia haciéndolo objeto de burla, de modo que el elemento excluido se amolde a sus patrones. Ante estos patrones la sodomización de un “macho” no es desgracia sino motivo de exclusión. Y, en verdad, homofobia y el machismo sí son una desgracia; y es una desgracia reírse de un hombre (más mientras más varonil se le vea) por la indignidad de haber sido sometido a los vejámenes a los que suelen ser sometidas las mujeres. Pero en las salas de cine hay felizmente otro tipo de personas, quienes no festejan la desgracia del hombre sexualmente vejado, para quienes esta no es una desgracia menor, o quienes en verdad no necesitan razonar mucho para ver y sentir la desgracia argumental que es en nuestro caso Celina sin reparación posible ante su sometimiento sexual.


La poética de “Magallanes” es lo que hace a esta película tan valiosa. Además del ya mencionado momento de Lima como fondo de fatalidad; el discurso en quechua manifiesta la imposible comprensión entre distintos grupos sociales distintamente afectados por la violencia del pasado, la imposibilidad peruana de llegar a ser una sola nación; la renuncia del joven adinerado a denunciar la violación queriendo dejar la apariencia de que “aquí —en su conducto excretor— no pasó nada”, así como la fallida pretensión de Celina de liberarse del trauma olvidando el pasado, nos habla del carácter en el fondo azaroso de la fatalidad, de la posición indefensa del individuo ante el mundo; la desmemoria del ex coronel, que no hace a este feliz sino que lo deja en una especie de limbo espiritual, es enfrentada a la odiosa e ineludible memoria de víctimas y de victimarios que también fueron víctimas, y a la de un país que necesita procesar las heridas cuando en verdad lo que quisiera es olvidar; y la decisión de la autoridad a anular toda investigación y anhelo de reivindicación, como desenlace necesario, ante la voluntad de víctimas y victimarios, nos habla de la frustración, de la irreparabilidad, de los límites amargos de la justicia. Esta poética gira en torno a una preocupación existencial de la post-guerra como elemento estructural de nuestra sociedad actual: los escapes imposibles de la memoria, personal e histórica. Por eso “Magallanes” acierta en hablar de lo que somos, y quizás de lo que aún no somos.

martes, noviembre 24, 2015

CINE: "Como en el cine"

En Annie Hall de Woody Allen, una de las obras maestras del séptimo arte, un escritor neurótico ama a Annie, con quien vive un amor contrariado por sus propios monstruos internos. Después del fracaso amoroso, el protagonista llega a montar una obra de teatro en cuyo libreto reproduce detalles de su vida con Annie, dando un giro en que al final el amor termina ganando y venciendo todas las diferencias; giro que el escritor justifica ante nosotros los espectadores diciendo: "¿Qué querían? Fue mi primera obra. Uno trata de que las cosas salgan perfectas en el arte porque es muy difícil en la vida real”.

Salas, Gold y Sibille en un fotograma de Como en el cine

En Como en el cine hay una escena en que el protagonista, un joven cinéfilo, frustrado en la vida luego de un fracaso amoroso pero entusiasmado con la realización de un cortometraje que marcaría el regreso a sus sueños, dice que quiere hacer cine porque en el cine ocurren cosas grandiosas y luego viene una disolvencia al negro que las deja ahí, flotando, tan en lo eterno como en la nada; mientras que en la vida no hay esa disolvencia y nosotros tenemos que seguir, con nuestras penas y nuestras miserias, sin que nada garantice felicidad alguna.

Quien haya amado el cine, o el teatro o la literatura, y lo haya sentido como complemento vital de la existencia comprende, no sólo entiende, a qué se refieren los protagonistas de sendas películas al expresar tales ideas.

Cinéfilos son aquellas personas que más que amar el cine tienen cierta obsesión con él, no necesariamente llegando al fanatismo en que lo importante no sería el cine por sí sino el hecho superfluo de seguirlo (sabemos que el amor a cualquier arte y la obsesión por esa perfección en verdad no tienen límites muy nítidos). Podríamos decir, como lo sugiere cómicamente un personaje de la película (excelente interpretación de Guillermo Castañeda), que los cinéfilos son los nerds del cine: todo el tiempo estudiándolo, hablando de él, dándole más importancia que a sus vidas mismas y comprometiendo sus relaciones sociales.

Gonzalo Ladines, director de Como en el cine, es también codirector de la serie web Los Cinéfilos, comedia en que se burlan de todo, incluidos los cinéfilos mismos y sus obsesiones y neurosis. La serie y la película comparten ese carácter bufón pero la película va más allá mostrando aspectos más amplios de la vida: la nostalgia, los sueños truncos y los realizados, los fracasos, el paso del tiempo y la evolución de la amistad.

Además, Como en el cine es una película de cinéfilos para cinéfilos, no sólo por los guiños de cultura cinematográfica que va soltando en toda la película a modo de códigos de complicidad entre los realizadores y el espectador cinéfilo; sino porque aviva esa pasión, o esa nostalgia por la pasión, de todo cinéfilo por  hacerse algún día realizador de cine.

Pero no se queda ahí. También es una película capaz de atrapar al espectador promedio que paga su entrada para vacilarse con su megaporción de popcorn. A pesar de uno que otro gag algo dislocado o chapucero, logra robarse con finura la risa del público. Y, bueno, abundan los que solamente estimulan al espectador cinéfilo, quien exultante se los relame en su asiento; cosa que no sabría si lamentar o felicitar. De hecho sí es notorio que una película peruana haya llevado a las salas a ambos tipos de público; quizás de ahí salga alguna clave que dé esperanza al cine nacional con un público tan dividido entre el que busca cine arte y el que se solaza con el cine comercial.

Los personajes de Como en el cine están muy bien caracterizados, y tipificados, a partir de la realidad de los medios artísticos e intelectuales: el consciente que asume el compromiso de adaptarse a la realidad (el personaje de Pietro Sibille), el soñador artista que vive en su mundo al margen de todo (el de Andrés Salas, siempre con sus libros raros y sus polos de grandes escritores) y el relajado y sensible que busca forjarse su propia identidad (el de Manuel Gold); sin dejar de mencionar a la lesbiana artista medio hípster que anda acaso más perdida que los otros tres (gran interpretación de Gisella Ponce de León). Es un acierto la uniformidad de la vestimenta de cada uno, caricaturizante. Y es que en verdad es eso, una caricatura realista de cierto tipo de jóvenes divorciados de la cultura corriente en decadencia, viviendo en contra de todo y a su modo. No es gratuito que en algunas escenas el polo del protagonista lleve la imagen de “Manhattan”, la película de Woody Allen en que se burla de la idiosincrasia de los medios intelectuales artísticos, o intelectualoides, de Nueva York. Tampoco es gratuito que la fotografía en la escena del paseo romántico tenga los matices del paseo madrugador de tal película.

Fotograma de Manhattan, de Woody Allen

El guión destaca por la acertada reproducción del léxico clasemediero peruano, ya cómico de por sí. O sea por el muy buen uso en la comedia del habla peruana y su idiosincrasia. Y, como se dijo antes, por la sutileza con que se combinan distintos patrones de códigos culturales para dar un resultado fluido, intenso y divertido.
Buen comienzo de Gonzalo Ladines. Véanla. Aún está en cartelera.

martes, octubre 27, 2015

CINE: Lusers en Arequipa

Los protagonistas de Lusers. Parecen darnos un mensaje poco amable a los espectadores. 

En los últimos meses el cine peruano ha sido más productivo de lo normal, lo cual es un motivo de alegría; y más aún por no tratarse sólo de películas producidas en la capital. Ahí tenemos Encadenados (de Miguel Barreda), que es una de las primeras propuestas serias de hacer cine arequipeño.

Me habría encantado hablar de todas ellas dirigiéndome al público arequipeño; pero esto no ha sido posible ya que no todas, ¡ni siquiera la mayoría!, han logrado ser exhibidas en las salas de cine de Arequipa. Y, lamentablemente, las que más merecen ser vistas desde el punto de vista cultural, son las no exhibidas.

Toda creación humana es cultura. Cierto; pero esa no es la única acepción del término. También se conoce por cultura a la creación humana que responde a una esmerada inspección del autor dentro de sí y su mundo externo (aun cuando sea fantasía lo que crea) y a un impulso vital para crear o recrear una verdad a través de un conjunto de técnicas e innovaciones vinculadas a un legado histórico que el autor ha asimilado con inocencia y devoción, o sea con la seriedad con que juega un niño (metáfora con que Nietzsche definía la madurez). En suma, podríamos decir que hay cultura poco o nada cultivada y que la hay más cultivada, a la cual se la nombra por antonomasia con el mismo término: “cultura”.

En el cine se pueden notar estas dos formas de creación. El cine cultivado, o culto, al que también podemos llamar cine-arte, es aquel que ofrece una mayor gama de significados o significados más amplios con los recursos audiovisuales que emplea, que puede adquirir más significados si es vista dos o más veces. Y el cine menos cultivado es más inmediato en sus efectos, no logra amplitud ni profundidad significativa y por ello se agota, es intrascendente. Con el cine-arte usted puede salir de la sala de proyección distinto o distinta de como entró; con el otro quizás haya pasado un buen rato. (Es necesario anotar que no hay cine totalmente culto ni totalmente inculto; aquí hemos diferenciado tendencias opuestas a las que se pueden aproximar las obras cinematográficas, unas más a alguna de ellas y otras menos.)

Magallanes (de Salvador del Solar) y Nn: sin identidad (de Héctor Gálvez), estrenadas en la capital hace ya más de un mes, son muestras muy buenas de cine-arte contemporáneo nacional. En ellas el producto audiovisual, a través de significados múltiples que pueden variar de espectador en espectador, se extiende hacia la dura relación individuo-realidad que todos vivimos. Es aquí donde querría explayarse este columnista —que en su breve estadía en Lima no alcanzó a ver las demás películas peruanas ausentes en Arequipa (Dos besos, Ella y él, Cementerio General 2, Avenida Larco)— y decir por qué Nn: sin identidad es sinfónica, por qué Magallanes es socavante y en algunos aspectos línea divisoria de dos formas típicas de identidad peruana…

Pero no. En Arequipa sólo se estrenaron, aparte de la arequipeña Encadenados (valiosa y recomendable), la peruana-chilena Lusers (de Tico Rodríguez), que ya va seis semanas en cartelera  nótese la desproporción— e Hija de la laguna (de Ernesto Cabellos), recomendable documental que duró en las salas muchísimo menos.

La que aún sigue en cartelera es Lusers, comedia de hechos absurdos que apuesta por la broma simplona (este columnista ser rio tres veces durante las dos horas) y la artificiosa ilación de la trama, sin exigirse siquiera en actuación: Alcántara sobreactúa como si se tratara de algún “sketch” de Risas de América o de Jorge Benavides. (SI NO DESEA CONOCER DETALLES DE LA TRAMA, PASE AL SIGUIENTE PÁRRAFO.) El desarrollo no captura al espectador atento: no se logra justificar el abandono del chileno por parte de su esposa (mejor habría sido no ahondar en eso y mostrar tal abandono como un hecho de partida); y es totalmente inverosímil la escena en que el peruano, tras el accidente vehicular, conoce a los otros dos, casi tanto como los “ayes” con que éste se queja de un dolor que se le pasa en la siguiente escena. Alguien dirá que en la comedia se permite lo inverosímil; claro, pero cuando el mismo detalle inverosímil es lo cómico, como en la escena en que el jefe de la tribu muestra su celular moderno, lo cual sí es un acierto, entre algunos otros. Otro defecto es que no hay coherencia en la trama: en plena selva, el perseguidor los encuentra una y otra vez… ¡ni hablar! Por otro lado, en muchos momentos es predecible la broma siguiente; por ejemplo cuando el argentino, luego de estar molesto e indignado con los otros cantando la canción romántica, iba a terminar entonándola con ellos… En fin, son escasos los aciertos y no hay mucho más que decir de la película que no sea mencionar detalles similares. Dos horas para tan poca virtud no valen el esfuerzo; pero si le gusta comer popcorn mientras se relaja o se distrae en un asiento cómodo, aún puede ir a verla. Más bien, que esta película sea la única peruana estrenada en Arequipa aparte de la película local, sólo prueba que usted y yo, los espectadores arequipeños, somos los auténticos lusers.

Existe otra dimensión en la cual se pueden valorar las obras cinematográficas: los motivos por los que son concebidas y realizadas. Unas pueden ser creadas respondiendo más a ese impulso vital del que hablamos anteriormente, el cual termina re-creando a su propio creador, como recientemente nos lo hizo recordar el gran cineasta Francis Ford Coppola declarando que él hace cine no para ganar dinero sino por placer. Otras películas, deliberadamente y sin más, son concebidas para romper taquillas y producir jugosas ganancias. Aunque esto no significa que no haya cine-arte taquillero, realizado con altas expectativas comerciales; la tendencia actual es que el cine ultra taquillero sea el poco cultivado y que el cine-arte sea poco comercial, por ser más personal, exploratorio, y a veces difícil de asimilar en gran medida debido a la continua exposición del público a cine de mala calidad. No sólo eso sino la desconexión escandalosa entre las cinematografías regionales, mientras que el cine comercial extranjero sí es difundido en todos los cines a nivel nacional: así como no se han estrenado en Arequipa las buenas películas ya mencionadas, la arequipeña Encadenados, por ejemplo, no se ha llegado a estrenar en la capital ni en el resto del país.

Muchos apelan a la libertad de elección del consumidor y de la oferta empresarial para justificar el hecho de que el mejor cine no llegue a todas las salas. Pero no consideran el hecho de que antes no era así y de que la misma oferta va afectando las preferencias del público, actuando en conjunto con el indiscutible rol embrutecedor de masas que actualmente vienen cumpliendo en su gran mayoría los medios comerciales de comunicación; círculo vicioso del cual necesitamos, ¡urgentemete!, salir.

¿Qué hacemos para que llegue a Arequipa ya no sólo el cine-arte mundial sino el propio cine-arte peruano? ¿Y qué hacemos para que en todo el país se estrene el buen cine arequipeño, que ya está despuntando? ¿No es trágico que, mientras las salas se atiborran de cine comercial extranjero, un columnista no pueda hablar en Arequipa del valioso cine peruano actual, por la ausencia de este en las salas comerciales?

Felizmente nos quedan los circuitos de cine alternativo, que exhiben cine de calidad, y que sin duda son centros de entretenimiento. Tenemos en Arequipa el cineclub David Griffith, que funciona en El Cultural; el cineclub Carlos Oquendo de Amat, de la Facultad de Derecho de la UNSA; el cineclub del Centro Cultural Cubo Blanco; el Festival de Cine Europeo, que se está realizando en la Alianza Francesa, en el ciclo Audiovisuales de la UNSA y en el Centro Cultural Peruano Alemán. Búsquelos a todos ellos en las páginas culturales, busque en Facebook el portal de “EL OTRO CINE”, donde se informa sobre todas las proyecciones de cine alternativo en Arequipa…



Pero se debe hacer más para masificar el cine-arte peruano y extranjero. El Estado, las instituciones culturales privadas, las universidades, deberán invertir en propaganda; véase cuánta han tenido las taquilleras Asumare 1 y 2 o Lusers. Todo esto además de seguir exigiendo la aprobación de una nueva Ley de Cine justa que promueva todo el cine nacional sin excepciones, y haga los esfuerzos necesarios por conectar el cine peruano con la cultura, la cultivada, la que perdura y nos eterniza.

CINE: "Encadenados" (análisis)

Encadenados es una película de episodios, de aquellas que muestran varias historias atractivas por cierta razón que no siempre es la misma para todas, bien diferenciables pero vinculadas entre sí por un contenido común que les da sentido, por ciertos lazos causales, por mostrar distintas miradas a un mismo espacio social, por su paralelismo espacio-temporal (ya sean los episodios entrecruzados argumentalmente o no)… A este género pertenecen, entre otras, películas como Cuentos inmorales (Francisco Lombardi), Historias mínimas (Carlos Sorin), Tiempos Violentos (Quentin Tarantino), Siete días en La Habana (varios), Amorres Perros (A. González Iñárritu), Sueños (Akira Kurosawa) o Decámeron (Pierre P. Passolini), aunque esta última sea adaptación de una obra maestra de la literatura. Todas ellas, altamente recomendables, y en especial la de Kurosawa; tome nota, querido lector.

Como dijimos, los tipos de vínculos que unen los episodios de un filme pueden ser diversos, pudiendo ser incluso más de uno en cada caso; siempre usando uno o varios recursos estílísticos del arte cinematográfico, o sea maneras de decir lo que ocurre en lenguaje audiovisual. Pero no siempre son artísticos; y no lo son cuando el detalle de estilo no dice nada más que lo que se ve en la pantalla; quiero decir cuando no hay una verdad acontecida (ver el post anterior) en la contemplación de la película, cuando no hay una vivencia que permita ver detrás de lo que simplemente se ve en la pantalla. (Aprovecho para aclarar que no todo espectador es igualmente capaz de vivenciar determinada verdad a partir de determinada forma visible en una obra artística. O sea que la verdad no siempre acontece para una misma obra… podríamos extendernos pero esto es tema de otra discusión.)

En “Sueños”, Kurosawa entrega historias que argumentalmente nada tienen que ver una con otra; pero sus contenidos implícitos, sus verdades acontecidas, se comunican entre sí en el orden de presentación de modo que, por cada nuevo episodio, hay un sentido general que se va a alimentando hasta configurar un concepto hondo del sentido de la vida misma. En “Amores perros” vemos tres dramas vinculados por un momento crítico en que la desidia de unos marca la fatalidad de otros y la suerte cotidiana de otros (aunque posteriormente devenga fatalidad).

En Encadenados, vemos algunos relatos cuyas tramas independientes permiten, por algún detalle, dar pie o condicionarse uns a otros, metaforizando la propia realidad; y en otros casos, relatos vinculados de manera antojadiza por la relación entre dos personajes, o sea relaciones que si desaparecieran no significarían ningún cambio en el sentido de la película: la supuesta relación laboral entre un ingeniero y un ama de casa, o la que hay entre aquél y su jardinero. Más honesto habría sido dejar algunos relatos desconexos en la trama, pues los efectos vacíos pueden terminar por desenganchar al espectador.

Es elogiable el atrevimiento realista, más cercano al naturalismo, con que Barreda muestra lo humano que la pacatería supone grotesco: sexo y genitalidad implícita. Aunque, ciertamente, habría sido más elogiable que tales mostraciones tuvieran un sustrato argumental más coherente, más vinculado con el resto en el contenido. La escena del ama de casa (Norma Martínez) masturbándose, que sí se justifica a partir de la visible desatención del marido no llega a decir más, por más que merecidamente escandalice a la moralina. Lo que es peor aún, la masturbación femenina sugerida como síntoma de fracaso sexual es un reforzamiento del mito antimasturbatorio tan respetado por les mojigates. No, pues: la masturbación femenina, como la masculina, es sana y deseable... espero que más espectadores puedan interpretarlo no como una masturbación normal sino condicionada por una carencia emocional del personaje. Aprovecho para mencionar el sexo peneano-manual requerido por Artemio a la prostituta, que muestra semen rociado en la mano de esta. Plausible atrevimiento del realizador del filme, aunque se habría podido aprovechar el momento moralmente chocante (en el medio) para darle algún sentido metafórico.

De todos los relatos, es sobresaliente el de la relación entre Clarita y Artemio, que, aunque por momentos sea inverosímil, logra un gran momento poético cuando éste relata (con voz en off) las vivencias erótico-afectivas de su infancia con ella, mientras se visualiza su placer sexual resignado, carcomido por su propia frustración como efecto del relato oído. Más momentos potentes como ese habrían hecho de esta una película notable. Además, la actuación de Martha Rebaza en el papel de Clarita es muy encomiable.

Escena intensa también, con buenas actuaciones, fue la tortura en el sótano. Lástima que por su pobre articulación con los otros relatos de la película, quede colgada, pues la frustración que muestra no guarda ilación argumental con la frustración de otros personajes, como sucede entre otros de los relatos.

Muy superficial resultó la relación sugerida entre el fanatismo religioso-moral y la infidelidad del corredor de seguros, y la desatención a su familia. El empresario y vendedor de droga, que riñe a su empleado disidente sin más justificación argumental que su propio ego, tiene un rol muy encerrado en el tópico narrativo. La historia del fraude bancario parece sobrepuesta con el fin de mostrar la causa de la frustración del apostador.
  
En la separación del taxista y su pareja, hay sentimientos y actitudes que no están del todo justificadas, pues dejan demasiado que suponer al espectador, perdiendo intensidad y vaciando la escena de sentido. Más bien el monólogo de él en el taxi, logra una valiosa poesía de la cotidianidad: otro momento sobresaliente.

Muchos diálogos, especialmente telefónicos, se notan escritos para que el espectador entienda la trama más que para que un personaje se comunique con otro. La muchacha alcohólica y desorientada hablando con su mamá: “Sí, ese gato es una bestia”; el empresario narco, supuesto hijo de Clarita, hablando con la supuesta madre de su hijo: “Claro que sé que es mi hijo”; el ama de casa: “Ah ya, venció la garantía.” Aunque en la realidad puedan ocurrir, la ficción no sólo debe ser "ocurrible" sino parecerlo.

También se muestran diálogos sin sentido que no dicen mucho: el narco en la cantina, la muchacha algohólica por teléfono, el ama de casa con una compañera que frecuenta… Habría sido preferible hacerlos de tal forma que lleguen a mostrar situaciones absurdas a las que nos puede llevar el lenguaje; varios diálogos de Tarantino son perfectos justamente por eso. Además se pudo corregir una que otra incoherencia como la hija de quince años del ingeniero que luego no tiene quince años.

En general, Encadenados es un intento de representar un sentir, una lucha común: la persona contra la sociedad, desubicada pero bregando dentro de sus límites… algo a lo que casi ninguna persona es ajena, en una narratividad con altibajos; pero con momentos poéticos por los que la película merece ser vista. Es cine-arte, es cultura arequipeña y es una respuesta honesta a la invasión cultural del mercado.

Ya que la concatenación de los relatos es circular, me tomé la libertad de mostrarlos en desorden, pues no en todos se sugiere una causalidad.

martes, septiembre 15, 2015

CINE: "Encadenados" y una reflexión (no tan) ligera sobre el cine-arte.

NOTA: Los trozos de texto en color gris contienen ciertos detalles ya interpretados de una o más películas, los cuales podrían condicionar o perjudicar su apreciación para quienes no las hayan visto previamente.

Un gran pensador alemán, luego de reflexionar sobre la naturaleza del arte, llegó a concluir que este es el acontecer de la verdad. Según él, la verdad acontece cuando la contemplación de una materia a la que se le ha dado determinada forma (lo que llamamos obra de arte) origina en la mente del contemplador un conocimiento activo, vivencial, que se apodera de cierta realidad porque, aun cuando previamente la conozca, la descubre, es más: la recrea en un hacer más que recibirla en un pasivo aprender.

Los zapatos de campesina pintados por Van Gogh

Para este pensador, el cuadro de unos zapatos de campesina pintado por Vincent Van Gogh dejaba ver no sólo el calzado revejido sino la dureza del trabajo en el campo, los padecimientos de su dueña, su vínculo vital con la tierra… todo esto, concebido en una visión racional y emocional del espectador, vendría a ser la verdad aconteciendo. Esta verdad no surge fácilmente con la simple observación del objeto los propios zapatos sino solamente desde la representación que de ellos elabora el artista, quien intuyendo tal verdad da a la materia las formas necesarias para que cualquier mente (aunque no cualquiera en realidad) la haga acontecer.

En el cine que es arte (lo hay el que no lo es), se puede encontrar esa misma función de la materia modelada, la cual es imagen en movimiento y sonido. Por ejemplo, casi al final de “El Padrino I”, de Francis Ford Coppola,  se ven escenas del ritual de bautizo en que Michael Corleone santifica a su sobrino pequeño, alternadas con escenas de los ajustes de cuentas criminales, ordenados por él, con que la mafia familiar recupera su posición de poder; todo coronado por una intensa música sacra. Eso es lo que se ve y escucha en la pantalla; pero se percibe la sordidez del alma humana, la doble cara de una parte de la sociedad, su perversión arraigada en el mismo Estado, y cuántas cosas más...

En el brillante final de la película “La ciudad y los perros”, de Francisco Lombardi, se ve una panorámica de la Escuela Militar con la bandera peruana izada mientras sale el profesor honesto expulsado, burlado y deshonrado por la corrupción del estamento militar; y en un alejamiento de cámara, mientras sigue yéndose el profesor, ya no se ve sólo la Escuela Militar sino una panorámica del vecindario que la rodea, luego de una parte mayor, y después aun mayor, de la ciudad. Eso se ve, pero se percibe una corrupción encarnada en las instituciones estatales en general, el fracaso no sólo de estas, sino el de una ciudad, el del Perú entero como república; y el fracaso no sólo de un profesor y sus alumnos en una escuela militar, sino el fracaso de cualquier ciudadano de a pie, tu fracaso, mi fracaso…

Al darse la función artística, la verdad aconteciendo cobra poder por el hecho de involucrar simultáneamente varias funciones del siquismo (según lo que establece la neurociencia) reforzándose entre sí: razón, emoción, intuición, instinto, satisfacción... haciendo que nuestro cerebro trabaje en su totalidad. Esto marca la personalidad y por eso la cultura es capaz de generar nuevos seres humanos.

Afiche de "encadenados", tercer largometraje de ficción de Miguel Barreda.

“Encadenados”, tercer largometraje de ficción de Miguel Barreda, es un cine que apuesta por el arte; es decir, te puede devolver de la sala de cine distinta o distinto de como te recibió. “Encadenados” se propone representar la frustración existencial de diez personajes representativos de diversos estratos de la sociedad peruana, a través de cortas historias encadenadas (algunas no muy bien, lo veremos en la siguiente entrada) en que las condiciones externas los terminan condenando a una cadena de caídas, recuperaciones y recaídas, como dice uno de estos; pero ya sin esperanzas, vacilando sin certeza entre dos estrategias posibles pero indistintas: planificar o dejarse llevar. A resignarse a un destino definido por el tedio de no avanzar, por la certeza de vivir como si de algún castigo se tratara. En "Encadenados" acontece, como en la vida, un doble encadenamiento: uno causal o de adyacencia argumental (las historias vinculadas) y otro, el grave, la fatalidad ontológica: no es gratuito que otro protagonista, obligado por las circunstancias a ser amargamente víctima y verdugo, recite en su frustración estos versos de Calderón de la Barca:

¡Ay mísero de mí, y ay, infeliz!
Apurar, cielos, pretendo, 

ya que me tratáis así 

qué delito cometí 

contra vosotros naciendo; 

aunque si nací, ya entiendo 

qué delito he cometido. 

Bastante causa ha tenido 

vuestra justicia y rigor; 
pues el delito mayor 
del hombre es haber nacido.


La verdad que acontece con la lectura de esos versos es la misma que acontece aunque por momentos sólo pretende acontecer,  como veremos en la siguiente entrada en estos relatos cortos sobre los diez personajes que tantas veces hemos sido, querido lector, tú y yo...

Sin salir del tema, termino esta entrada felicitando la medida tan apropiada tomada por Multicines UVK al designar un espacio exclusivo para el cine-arte en sus salas; así como la de Cinemark al reestrenar grandes obras de la historia del cine mundial. No podemos desperdiciar estas felices decisiones. Esperemos también que estas no se queden en Lima y lleguen al resto del país. 

Ah, a propósito. Aquél gran pensador alemán fue Martin Heidegger.

martes, enero 27, 2015

Cuando un amigo se va...


Cuando un amigo se va
queda un tizón encendido
que no se puede apagar
ni con las aguas de un río.

ALBERTO CORTEZ

No fui amigo de Luzgardo Medina. Acaso el tiempo nos quitó esa oportunidad. Y nada que pudiera haber dicho de Pedro Lemebel habría sido digno de ella.
Pero van también por ellos y por todos los poetas hermosos que se mueren, estas lágrimas que ya no me soportan, ante la partida de Aníbal Portocarrero. La vida nos dio un tiempo para hacernos un poco de bien, un poco de mal, y un coloso de poesía entre los brillos de adefesio de dos urbes estridentes.
Gracias por quedarte, por estar quedándote, Viejo, Amigo.

Le preguntaba una vez, a él que sabe, qué era en realidad el surrealismo y me hablaba de Rimbaud (que copaba con Vallejo su espíritu de nihilista liberto) y me contaba las hazañas simbólicas de André Breton... pero sus esforzadas explicaciones me tenían aún perplejo. Lo notó y me dijo: "Vamos a hacer surrealismo". Y sacó su lapicero, cogió una servilleta de la mesa y escribió:
La noche
cumbre inaccesible
y desatado sueño

Comprendí más que el concepto que ansiaba. Alcancé algo más grande que la miseria de poder describir el surrealismo.
Siempre seguí queriéndote, Viejo. Lo sabías. Pero empezaban a tragarnos dos ruinas con sus brillos de adefesio.


miércoles, enero 21, 2015

Catedrales para ateos

O, mejor dicho, para ciertos ateos...


«Soy un no-creyente profundamente religioso. [...] Nunca he atribuido a la Naturaleza ningún propósito u objetivo, ni nada que pueda entenderse como antropomórfico. Lo que yo percibo en la Naturaleza es una estructura magnífica que sólo podemos comprender muy imperfectamente, y eso debe llenar a cualquier ser pensante de un sentimiento de humildad. Este es un sentimiento genuinamente religioso que nada tiene que ver con el misticismo». (Albert Einstein)

La neurociencia ha encontrado pruebas de que el sentimiento oceánico de pertenencia, de unidad con el mundo, que solemos tener algunas personas, ese sentir tan cercano al éxtasis, al trance, es una función orgánica del cerebro, concentrada en las redes neuronales del lóbulo temporal. Tal sentimiento, que es la semilla de la verdadera religión, o sea del sentir religioso, esa experiencia de lo divino (que hasta Einstein lo tenía, que hasta Hawking lo tiene) es, podríamos decir sin perder precisión, dios alojado en el cerebro. Ya son otros los mecanismos sociales que toman a ese dios interno y le dan forma, aunque ciertamente lo deforman, con la imposición de supersticiones infantilistas, alienando, degradando en la mayoría de las veces ese sentimiento prístino... cosa lamentable.

El descubrimiento de tal función "religiosa" cerebral es prueba para los ateos dogmáticos o fundamentalistas (aquellos a quienes sólo les falta su parroquia con su sala de catequesis atea) de que no hay divinidad sino sólo en la mente, como producto del cerebro; es decir de que nada hay que mueva al mundo fuera de lo que la ciencia ha llegado a probar... Estos ateos de remedo tienden, pues, a creer con fe ciega en que lo que se ve es todo lo que hay.

Y no, pues. Una cosa es la funcionalidad cerebral y otra cosa es la realidad externa. La prueba de que el cerebro es una máquina enteogénica (generadora de dios) NO prueba de ninguna manera que en la realidad no exista ningún motor intangible del mundo tangible. Es obvio que, con la evolución de la ciencia, hay cada vez más aspectos del mundo anteriormente intangibles que se van haciendo tangibles (accesibles a la razón); aunque, penosamente, nada garantiza que todo llegue a pasarse alguna vez al lado del conocinimiento. ¡Ya quisiéramos!... o quizás no.