Encadenados es una
película de episodios, de aquellas que muestran varias historias atractivas por
cierta razón que no siempre es la misma para todas, bien diferenciables pero
vinculadas entre sí por un contenido común que les da sentido, por ciertos
lazos causales, por mostrar distintas miradas a un mismo espacio social, por su
paralelismo espacio-temporal (ya sean los episodios entrecruzados argumentalmente
o no)… A este género pertenecen, entre otras, películas como Cuentos inmorales
(Francisco Lombardi), Historias mínimas (Carlos Sorin), Tiempos
Violentos (Quentin Tarantino), Siete días en La Habana (varios), Amorres Perros (A. González Iñárritu), Sueños (Akira Kurosawa) o Decámeron (Pierre P. Passolini), aunque esta última sea adaptación de
una obra maestra de la literatura. Todas ellas, altamente recomendables, y en especial la de Kurosawa; tome
nota, querido lector.
Como dijimos, los tipos de
vínculos que unen los episodios de un filme pueden ser diversos, pudiendo ser
incluso más de uno en cada caso; siempre usando uno o varios recursos
estílísticos del arte cinematográfico, o sea maneras de decir lo que ocurre en
lenguaje audiovisual. Pero no siempre son artísticos; y no lo son cuando el
detalle de estilo no dice nada más que lo que se ve en la pantalla; quiero
decir cuando no hay una verdad acontecida (ver el post anterior) en la contemplación de la película, cuando no hay una vivencia que permita ver
detrás de lo que simplemente se ve en la pantalla. (Aprovecho para aclarar que
no todo espectador es igualmente capaz de vivenciar determinada verdad a partir de determinada forma visible
en una obra artística. O sea que la verdad
no siempre acontece para una misma
obra… podríamos extendernos pero esto es tema de otra discusión.)
En “Sueños”, Kurosawa
entrega historias que argumentalmente nada tienen que ver una con otra; pero
sus contenidos implícitos, sus verdades
acontecidas, se comunican entre sí en el orden de presentación de modo que,
por cada nuevo episodio, hay un sentido general que se va a alimentando hasta
configurar un concepto hondo del sentido de la vida misma. En “Amores perros”
vemos tres dramas vinculados por un momento crítico en que la desidia de unos marca la fatalidad de otros y
la suerte cotidiana de otros (aunque posteriormente devenga fatalidad).
En
Encadenados, vemos algunos relatos cuyas tramas independientes permiten, por algún detalle, dar pie o condicionarse uns a otros, metaforizando la propia realidad; y en otros casos, relatos vinculados de manera antojadiza por la relación entre dos personajes, o sea
relaciones que si desaparecieran no significarían ningún cambio en el sentido
de la película: la supuesta relación laboral entre un ingeniero y un ama de
casa, o la que hay entre aquél y su jardinero. Más honesto habría sido dejar algunos
relatos desconexos en la trama, pues los efectos vacíos pueden terminar por desenganchar al espectador.
Es elogiable el atrevimiento
realista, más cercano al naturalismo, con que Barreda muestra lo humano que la
pacatería supone grotesco: sexo y genitalidad implícita. Aunque,
ciertamente, habría sido más elogiable que tales mostraciones tuvieran un
sustrato argumental más coherente, más vinculado con el resto en el contenido. La
escena del ama de casa (Norma Martínez) masturbándose, que sí se justifica a
partir de la visible desatención del marido no llega a decir más, por más que
merecidamente escandalice a la moralina. Lo que es peor aún, la masturbación
femenina sugerida como síntoma de fracaso sexual es un reforzamiento del mito
antimasturbatorio tan respetado por les mojigates. No, pues: la masturbación
femenina, como la masculina, es sana y deseable... espero que más espectadores
puedan interpretarlo no como una masturbación normal sino condicionada
por una carencia emocional del personaje. Aprovecho para mencionar el sexo peneano-manual
requerido por Artemio a la prostituta, que muestra semen rociado en la mano de
esta. Plausible atrevimiento del realizador del filme, aunque se habría
podido aprovechar el momento moralmente chocante (en el medio) para darle algún
sentido metafórico.
De todos los relatos, es sobresaliente el de la relación entre Clarita y Artemio, que, aunque por momentos sea inverosímil, logra un gran momento
poético cuando éste relata (con voz en off) las vivencias erótico-afectivas
de su infancia con ella, mientras se visualiza su placer sexual resignado,
carcomido por su propia frustración como efecto del relato oído. Más momentos
potentes como ese habrían hecho de esta una película notable. Además, la actuación de Martha Rebaza en el papel de Clarita es muy encomiable.
Escena intensa también, con
buenas actuaciones, fue la tortura en el sótano. Lástima
que por su pobre articulación con los otros relatos de la película, quede
colgada, pues la frustración que muestra no guarda ilación argumental con la
frustración de otros personajes, como sucede entre otros de los relatos.
Muy superficial resultó la
relación sugerida entre el fanatismo religioso-moral y la infidelidad del corredor de
seguros, y la desatención a su familia. El empresario y vendedor de droga, que
riñe a su empleado disidente sin más justificación argumental que su propio
ego, tiene un rol muy encerrado en el tópico narrativo. La historia del fraude
bancario parece sobrepuesta con el fin de mostrar la causa de la frustración
del apostador.
En la separación del taxista
y su pareja, hay sentimientos y actitudes que no están del todo justificadas,
pues dejan demasiado que suponer al espectador, perdiendo intensidad y vaciando
la escena de sentido. Más bien el monólogo de él en el taxi, logra una valiosa
poesía de la cotidianidad: otro momento sobresaliente.
Muchos diálogos,
especialmente telefónicos, se notan escritos para que el espectador entienda la
trama más que para que un personaje se comunique con otro. La muchacha
alcohólica y desorientada hablando con su mamá: “Sí, ese gato es una bestia”;
el empresario narco, supuesto hijo de Clarita, hablando con la supuesta madre
de su hijo: “Claro que sé que es mi hijo”; el ama de casa: “Ah ya, venció la
garantía.” Aunque en la realidad puedan ocurrir, la ficción no sólo debe ser "ocurrible" sino parecerlo.
También se muestran diálogos
sin sentido que no dicen mucho: el narco en la cantina, la muchacha algohólica
por teléfono, el ama de casa con una compañera que frecuenta… Habría sido
preferible hacerlos de tal forma que lleguen a mostrar situaciones absurdas a
las que nos puede llevar el lenguaje; varios diálogos de Tarantino son
perfectos justamente por eso. Además se pudo corregir una que otra incoherencia
como la hija de quince años del ingeniero que luego no tiene quince años.
En general, Encadenados es
un intento de representar un sentir, una lucha común: la persona contra la
sociedad, desubicada pero bregando dentro de sus límites… algo a lo que casi ninguna
persona es ajena, en una narratividad con altibajos; pero con momentos poéticos
por los que la película merece ser vista. Es cine-arte, es cultura arequipeña y es una
respuesta honesta a la invasión cultural del mercado.
Ya que la
concatenación de los relatos es circular, me tomé la libertad de mostrarlos en
desorden, pues no en todos se sugiere una causalidad.
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