martes, octubre 27, 2015

CINE: Lusers en Arequipa

Los protagonistas de Lusers. Parecen darnos un mensaje poco amable a los espectadores. 

En los últimos meses el cine peruano ha sido más productivo de lo normal, lo cual es un motivo de alegría; y más aún por no tratarse sólo de películas producidas en la capital. Ahí tenemos Encadenados (de Miguel Barreda), que es una de las primeras propuestas serias de hacer cine arequipeño.

Me habría encantado hablar de todas ellas dirigiéndome al público arequipeño; pero esto no ha sido posible ya que no todas, ¡ni siquiera la mayoría!, han logrado ser exhibidas en las salas de cine de Arequipa. Y, lamentablemente, las que más merecen ser vistas desde el punto de vista cultural, son las no exhibidas.

Toda creación humana es cultura. Cierto; pero esa no es la única acepción del término. También se conoce por cultura a la creación humana que responde a una esmerada inspección del autor dentro de sí y su mundo externo (aun cuando sea fantasía lo que crea) y a un impulso vital para crear o recrear una verdad a través de un conjunto de técnicas e innovaciones vinculadas a un legado histórico que el autor ha asimilado con inocencia y devoción, o sea con la seriedad con que juega un niño (metáfora con que Nietzsche definía la madurez). En suma, podríamos decir que hay cultura poco o nada cultivada y que la hay más cultivada, a la cual se la nombra por antonomasia con el mismo término: “cultura”.

En el cine se pueden notar estas dos formas de creación. El cine cultivado, o culto, al que también podemos llamar cine-arte, es aquel que ofrece una mayor gama de significados o significados más amplios con los recursos audiovisuales que emplea, que puede adquirir más significados si es vista dos o más veces. Y el cine menos cultivado es más inmediato en sus efectos, no logra amplitud ni profundidad significativa y por ello se agota, es intrascendente. Con el cine-arte usted puede salir de la sala de proyección distinto o distinta de como entró; con el otro quizás haya pasado un buen rato. (Es necesario anotar que no hay cine totalmente culto ni totalmente inculto; aquí hemos diferenciado tendencias opuestas a las que se pueden aproximar las obras cinematográficas, unas más a alguna de ellas y otras menos.)

Magallanes (de Salvador del Solar) y Nn: sin identidad (de Héctor Gálvez), estrenadas en la capital hace ya más de un mes, son muestras muy buenas de cine-arte contemporáneo nacional. En ellas el producto audiovisual, a través de significados múltiples que pueden variar de espectador en espectador, se extiende hacia la dura relación individuo-realidad que todos vivimos. Es aquí donde querría explayarse este columnista —que en su breve estadía en Lima no alcanzó a ver las demás películas peruanas ausentes en Arequipa (Dos besos, Ella y él, Cementerio General 2, Avenida Larco)— y decir por qué Nn: sin identidad es sinfónica, por qué Magallanes es socavante y en algunos aspectos línea divisoria de dos formas típicas de identidad peruana…

Pero no. En Arequipa sólo se estrenaron, aparte de la arequipeña Encadenados (valiosa y recomendable), la peruana-chilena Lusers (de Tico Rodríguez), que ya va seis semanas en cartelera  nótese la desproporción— e Hija de la laguna (de Ernesto Cabellos), recomendable documental que duró en las salas muchísimo menos.

La que aún sigue en cartelera es Lusers, comedia de hechos absurdos que apuesta por la broma simplona (este columnista ser rio tres veces durante las dos horas) y la artificiosa ilación de la trama, sin exigirse siquiera en actuación: Alcántara sobreactúa como si se tratara de algún “sketch” de Risas de América o de Jorge Benavides. (SI NO DESEA CONOCER DETALLES DE LA TRAMA, PASE AL SIGUIENTE PÁRRAFO.) El desarrollo no captura al espectador atento: no se logra justificar el abandono del chileno por parte de su esposa (mejor habría sido no ahondar en eso y mostrar tal abandono como un hecho de partida); y es totalmente inverosímil la escena en que el peruano, tras el accidente vehicular, conoce a los otros dos, casi tanto como los “ayes” con que éste se queja de un dolor que se le pasa en la siguiente escena. Alguien dirá que en la comedia se permite lo inverosímil; claro, pero cuando el mismo detalle inverosímil es lo cómico, como en la escena en que el jefe de la tribu muestra su celular moderno, lo cual sí es un acierto, entre algunos otros. Otro defecto es que no hay coherencia en la trama: en plena selva, el perseguidor los encuentra una y otra vez… ¡ni hablar! Por otro lado, en muchos momentos es predecible la broma siguiente; por ejemplo cuando el argentino, luego de estar molesto e indignado con los otros cantando la canción romántica, iba a terminar entonándola con ellos… En fin, son escasos los aciertos y no hay mucho más que decir de la película que no sea mencionar detalles similares. Dos horas para tan poca virtud no valen el esfuerzo; pero si le gusta comer popcorn mientras se relaja o se distrae en un asiento cómodo, aún puede ir a verla. Más bien, que esta película sea la única peruana estrenada en Arequipa aparte de la película local, sólo prueba que usted y yo, los espectadores arequipeños, somos los auténticos lusers.

Existe otra dimensión en la cual se pueden valorar las obras cinematográficas: los motivos por los que son concebidas y realizadas. Unas pueden ser creadas respondiendo más a ese impulso vital del que hablamos anteriormente, el cual termina re-creando a su propio creador, como recientemente nos lo hizo recordar el gran cineasta Francis Ford Coppola declarando que él hace cine no para ganar dinero sino por placer. Otras películas, deliberadamente y sin más, son concebidas para romper taquillas y producir jugosas ganancias. Aunque esto no significa que no haya cine-arte taquillero, realizado con altas expectativas comerciales; la tendencia actual es que el cine ultra taquillero sea el poco cultivado y que el cine-arte sea poco comercial, por ser más personal, exploratorio, y a veces difícil de asimilar en gran medida debido a la continua exposición del público a cine de mala calidad. No sólo eso sino la desconexión escandalosa entre las cinematografías regionales, mientras que el cine comercial extranjero sí es difundido en todos los cines a nivel nacional: así como no se han estrenado en Arequipa las buenas películas ya mencionadas, la arequipeña Encadenados, por ejemplo, no se ha llegado a estrenar en la capital ni en el resto del país.

Muchos apelan a la libertad de elección del consumidor y de la oferta empresarial para justificar el hecho de que el mejor cine no llegue a todas las salas. Pero no consideran el hecho de que antes no era así y de que la misma oferta va afectando las preferencias del público, actuando en conjunto con el indiscutible rol embrutecedor de masas que actualmente vienen cumpliendo en su gran mayoría los medios comerciales de comunicación; círculo vicioso del cual necesitamos, ¡urgentemete!, salir.

¿Qué hacemos para que llegue a Arequipa ya no sólo el cine-arte mundial sino el propio cine-arte peruano? ¿Y qué hacemos para que en todo el país se estrene el buen cine arequipeño, que ya está despuntando? ¿No es trágico que, mientras las salas se atiborran de cine comercial extranjero, un columnista no pueda hablar en Arequipa del valioso cine peruano actual, por la ausencia de este en las salas comerciales?

Felizmente nos quedan los circuitos de cine alternativo, que exhiben cine de calidad, y que sin duda son centros de entretenimiento. Tenemos en Arequipa el cineclub David Griffith, que funciona en El Cultural; el cineclub Carlos Oquendo de Amat, de la Facultad de Derecho de la UNSA; el cineclub del Centro Cultural Cubo Blanco; el Festival de Cine Europeo, que se está realizando en la Alianza Francesa, en el ciclo Audiovisuales de la UNSA y en el Centro Cultural Peruano Alemán. Búsquelos a todos ellos en las páginas culturales, busque en Facebook el portal de “EL OTRO CINE”, donde se informa sobre todas las proyecciones de cine alternativo en Arequipa…



Pero se debe hacer más para masificar el cine-arte peruano y extranjero. El Estado, las instituciones culturales privadas, las universidades, deberán invertir en propaganda; véase cuánta han tenido las taquilleras Asumare 1 y 2 o Lusers. Todo esto además de seguir exigiendo la aprobación de una nueva Ley de Cine justa que promueva todo el cine nacional sin excepciones, y haga los esfuerzos necesarios por conectar el cine peruano con la cultura, la cultivada, la que perdura y nos eterniza.

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