jueves, diciembre 01, 2011

... Por qué no habrán escrito los autores

Deberíamos evitar elogiar el gusto o el criterio de cualquiera. Pues decir "qué buen gusto tienes" o "qué buen criterio tienes" equivale exactamente a decir "tienes un gusto similar al mío" o "tienes un criterio similar al mío"; o, en el menos vacío de los casos, a "tienes un gusto (o criterio) similar al de mis referentes".

Con el mismo criterio deberíamos entonces considerar que sería bueno no descalificar nunca el gusto o el criterio de los demás, pues hacerlo equivaldrá exactamente a la simple noticia de la divergencia: "qué pésimo gusto" significa "qué distinto es tu gusto del mío", ni más ni menos; vacua palabrería, a menos que lo sustentemos en hechos distintos de lo que queremos demostrar, evitando así el razonamiento circular... pero aun así, a la larga, si nos vamos hasta el fondo en el análisis, estoy casi seguro de que vamos a acabar en tautologías y peticiones de principio.

Y aun así, siempre será bueno criticar (con base y no a la mala), más por incentivo a la diferencia, a la variedad y la creación culta (cultivada) de usos, ideas y conceptos. Y será bueno por el hecho simple de que la crítica (honesta) amplía el sector humano capacitado para percibir ciertas cosas que pueden mejorarle la existencia.

lunes, octubre 10, 2011

Imitadores: ¿por ventura o maldición?

(Artículo incluído en la quinta edición de la revista arequipeña "Contranatura".)                                 

Victoria Horner, con algunos de sus compañeros de campo.

En el Lago Victoria, de Uganda, La investigadora Victoria Horner muestra a una niña una caja opaca con un agujero largo que lleva dentro una pequeña recompensa, y que a su vez tiene dispositivos mecánicos externos y algunos huecos. Provista de una vara delgada y usando los dispositivos mecánicos y los huecos, que no tienen ninguna conexión con el espacio del agujero largo, Horner desarrolla frente a la niña una larga secuencia de acciones después de la cual jala la recompensa hasta sacarla del agujero largo. Luego pone una caja idéntica frente a la niña y esta reproduce con la vara la secuencia de acciones sin ningún error y saca a su vez la recompensa. Nada fuera de serie. Luego se dirige la investigadora a un santuario para chimpancés rescatados en la cercana isla de Gamba y reproduce el experimento con un pequeño chimpancé que no tiene problemas para copiar con la vara la larga secuencia de acciones y extraer la recompensa. (Recuerde el lector que por ser opaca la caja, ni el chimpancé ni la niña pudieron advertir la desconexión entre el agujero largo y los huecos y demás dispositivos externos de la caja.) Pero ahora Horner repite el experimento con una caja transparente que evidencia tal desconexión; es decir, se nota claramente que la larga secuencia de acciones ahora no tiene efecto en la existencia de la recompensa en el agujero largo ni facilita de manera alguna su extracción de la caja. La niña, humana ella, reproduce la secuencia de acciones y saca la recompensa. Y el pequeño chimpancé obvia la secuencia y extrae su recompensa directamente.

En este documental de National Geographic se ven más detalles de este y otros experimentos importantes vinculados con nuestro asunto.

¿Está probando la doctora Horner que una deficiencia de pensamiento racional nos hace humanos? ¿Somos superados por chimpancés en algunos aspectos de la inteligencia? ¿Pero entonces por qué a la larga los humanos somos los que hemos mostrado tan elevados niveles de pensamiento racional y lógico en comparación con otros simios, y luego una alta tecnología que hasta parece sacarnos del reino de la naturaleza? Algunas de las respuestas a estas preguntas se encuentran en otros experimentos que muestran en nosotros especiales aptitudes como habilidades cooperativas y sociales, otras lingüísticas y otras relacionadas con un instintivo interés elemental por entender el funcionamiento físico del mundo.

Pero el experimento de la doctora Horner nos muestra más bien un aspecto esencial, aunque aparentemente desventajoso, de nuestro comportamiento, que nos hizo lo que somos induciendo en el proceso evolutivo las aptitudes claramente ventajosas que hemos mencionado y siendo a la vez inducido por ellas.

El biólogo evolucionista Richard Dawkins acuñó en su obra “El gen egoísta”, el término “meme” para identificar unidades de transmisión de un tipo de información paralela a la información genética (el ADN) sobre la que actúa la selección natural. Dawkins define la cultura de un individuo, no solamente humano, como el corpus de memes transmisibles por imitación, mas no por herencia genética; y define un “acervo de memes” como la totalidad de memes disponibles en una población animal para ser adoptados y probablemente transmitidos por cualquier individuo de ésta. Pero no sólo habla de adopción y transmisión de memes, sino también de sus mecanismos de aparición: ensayo y error, razonamiento elemental y analogías con otros fenómenos observados… es decir, los mecanismos del mismo surgimiento de la cultura.

Justamente las ventajas de los humanos sobre los otros simios en las aptitudes mencionadas tienen que ver con los mecanismos de surgimiento de la cultura. Estas ventajas actúan muy raramente, en analogía con la escasa probabilidad de ocurrencia de mutaciones genéticas sobre las que opera la selección natural. Para entenderlo coloquialmente, de todas las acciones de aprendizaje humano, un logro creativo u original ocurre “una a las quinientas”; y el resto de tiempo de aprendizaje nos la pasamos imitando, y aquí va la clave: ¡imitando mucho más que otros animales! ¿Pero si se dan tan rara vez, cómo pueden estos pequeños logros de creatividad configurar una cultura? Sigamos en analogía con la selección natural: cuando esta se da, una característica original y ventajosa surgida por mutación, compite con la ausencia de la misma en otros individuos y su ventaja asegura la supervivencia del que la porta sobre los que no la desarrollaron, de modo que se hereda (por imitación química de ADN) y queda registrada en el acervo génico de la población y cuando surge otra, y luego otra, estas van configurando una especie por acumulación. Cuando se da la selección cultural el proceso es similar: el descubrimiento o invento ventajoso se registra en el acervo mémico de la población y por acumulación varios de estos van configurando una cultura. Eso explica por qué teniendo en esencia la misma fisiología neuronal que un hombre de las cavernas, tenemos una civilización tan distinta (que sea mejor o peor que las organizaciones socioculturales prehistóricas es una deliciosa polémica que dejaremos para otra oportunidad).

Como veíamos, sólo la imitación pre-programada biológicamente, que necesariamente evolucionó actuando ya sobre la práctica creativa pre-humana, nos permitió sortear mil y un obstáculos de vida o muerte en la sabana africana permitiendo que sobre culturas ya establecidas aparecieran nuevas maneras de sacar provecho a recursos y posibilidades. Y esto a la vez nos hizo más “imitadores” del prójimo, sacando ventaja a otros grupos pre-humanos “poco imitadores” que no tuvieron éxito suficiente para colocar sus genes “poco imitadores” en las generaciones siguientes de la especie en formación. O sea que los genes permitieron el éxito de la evolución memética (la que da por transmisión cultural), y a su vez el genoma –que es el código de la construcción de la fisiología de un organismo incluyendo patrones de conducta no aprendidos– se configuró como una especie de guía de fabricación de un complejo hardware adaptado para albergar un software de información cultural con alta transmisibilidad. Tenemos, pues, dos sistemas de información, uno “génico” y otro “mémico” cooperando en la configuración de grupos de individuos evolutivamente exitosos capaces de transmitir a sus descendientes, además de los genes “imitadores”, tecnologías aprendidas de supervivencia que son cada vez más sofisticadas. Pero hay una gran diferencia entre el proceso evolutivo por selección natural y el proceso de configuración de la cultura: la selección natural es lentísima mientras que las culturas evolucionan a una rapidez increíble si hacemos la comparación. Así, un meme o rasgo cultural demora poco tiempo en consolidarse en una población humana mientras que un rasgo evolutivo ya consolidado generalmente es arcaico. Y con el advenimiento de la alta tecnología de las comunicaciones, esta brecha de velocidades evolutivas entre ambos sistemas de información que nos constituyen, se acrecienta enormemente al aumentar la cantidad de individuos de la población que evoluciona: en la evolución biológica, a mayor número de individuos tarda más un rasgo génico en afianzarse o desaparecer; mientras en la evolución cultural, a mayor número de individuos bien conectados, más rápidamente se afianza un rasgo mémico, aunque no necesariamente desaparecerá tan rápido como apareció.

Veámoslo claro. La diferencia esencial que la imitación pre-programada nos dio frente a otros simios, la constituyeron la rapidez y la masividad grandiosas con que determinado invento o descubrimiento se esparcía por toda la población, favorecidas desde luego por la evolución de una fisiología especial para el lenguaje articulado. Mientras otros simios imitan sólo cuando les conviene subjetivamente (el chimpancé que sabe innecesaria una acción ya no la imita), los humanos imitamos aunque la acción no parezca convenirnos (aunque, claro, cada especie imita o deja de imitar hasta ciertos grados que son distintos para cada una). Esto fue un triunfo de inteligencia de grupos sobre la inteligencia de individuos: en los humanos lo que el individuo no entendió será igualmente aceptado y repetido, y eso será conveniente porque algún otro individuo ya lo entendió y constató su eficacia para que otros disfruten esa eficacia de inmediato; mientras en una sociedad chimpancé un mismo descubrimiento (uno de cierto nivel que permita la comparación con el caso humano) deberá ser descubierto muchas más veces, lo que resta posibilidades de innovación, pues con menos rapidez se consituirán bases de cultura sobre las que seguir innovando. He ahí la clave de nuestro éxito evolutivo hacia la era del conocimiento y la alta tecnificación, y hacia el considerable control sobre la naturaleza al que hemos llegado. Pero he ahí también lo que parece ser nuestra perdición y la semilla de nuestro posible fracaso como especie.


"¡Cuidado!... memes infecciosos." Sello que deberían llevar obligatoriamente la gran mayoría de pantallas televisivas.

Repetir sin saber: genial estrategia de supervivencia, de la mano de cierta capacidad inventiva superior. Pero en los meandros de la evolución los humanos formábamos hordas de no más de unas cuantas decenas de individuos, de modo que un rasgo mémico podía ser evaluado en poco tiempo según el éxito o el fracaso en términos de supervivencia del grupo, y así, de no ser conveniente, podía rápidamente desaparecer. Pero por lo altamente imitativos que somos, más lo altamente interconectados que estamos, más lo increíblemente poblados y globalizados que estamos; todo rasgo cultural pintoresco será difundido masivamente y consolidado casi de inmediato, pero tardará demasiado tiempo en verificarse nocivo para la especie (por la alta complejidad de las relaciones sociales, pues la complejidad no aumenta en la misma proporción que el tamaño de la población sino a escalas exponenciales), y finalmente -una vez reprochado- demorará muchísimo tiempo más en ser desaparecido del acervo cultural, pues su desaparición se lentificará por la incesante tendencia a seguir imitando aun los comportamientos mediatos, quiero decir, los no observados directamente (en las hordas sólo era visible lo inmediato)… Pasa con los videojuegos, la televisión basura, la adicción a las redes sociales, al chat… Porque, tengámoslo en cuenta, es de esperarse que lo novedoso sea mayormente nefasto tanto en lo genético como en lo memético. Así como la mayoría de mutaciones genéticas son fatales; sin mecanismos rápidos de regulación imitamos mayormente lo malo porque, aunque sea pintoresco y atractivo, lo malo, lo nuevo desventajoso en términos de evolución cultural (así como lo nuevo desventajoso en la evolución por selección natural), es lo más abundante en el acervo de innovaciones, ya que todas han surgido de manera más o menos espontánea, sin control previo de su idoneidad.

Y además, para empeorar el asunto, parecemos haber anulado ciertos mecanismos naturales de regulación de comportamientos culturalmente aprendidos. El hastío y el aburrimiento que sentimos ante la continuidad de una conducta al agotar sus aspectos atractivos que inicialmente nos cautivaron, podría haber actuado a manera de verificación negativa de su idoneidad, a manera de signo de que la insistencia en tal conducta no va a traer consecuencias buenas para la supervivencia. Es natural que algún otro estímulo atractivo propicie un nuevo rasgo conductual que se mantendrá si empieza a dar satisfacciones o se anulará si deja de darlas, siendo esta anulación una verificación negativa de idoneidad. Pero aquí la creatividad no ha actuado a favor de los humanos sino en contra de ellos: para combatir el aburrimiento o quizás por simple mercantilismo o por falta de imaginación, hemos optado por renovar sólo la apariencia de estímulos nocivos que sustancialmente siguen siendo lo mismo. Un videojuego envejece rápidamente y como consecuencia se tienen miles de programadores creando las propuestas más atractivas que den formas y matices distintos a los mismos esquemas de interacción; se tienen miles de especialistas, con muy buen manejo de sicología de masas, que orientan la renovación los formatos y los personajes de la telebasura pero los esquemas esenciales siguen siendo lo mismo; guionistas muy bien pagados cambian ciertos detalles de un patrón argumental de telenovela o de su presentación, y ya vende otra vez; y así se logra engañar a ese detector de perversión que es el hastío.

Somos simios jugando con conocimiento y tecnologías para los que no estamos preparados, porque los mecanismos naturales de regulación cultural parecen habérsele escapado de las manos a la naturaleza… Aprendemos muy rápido lo que fácilmente puede ser nefasto y demoramos mucho en desecharlo: ¡cuán rápido comenzamos a envenenarnos con combustibles fósiles y nucleares y cuán lento nos resulta ahora decidirnos a ser independientes de ellos! ¿Por qué nos es tan fácil volvernos adictos a la telebasura y tan difícil dejarla? Entre otros motivos, porque somos imitadores en masa, porque no nos importa mucho que todo eso sea nocivo en el largo plazo aunque lo sepamos. Un humano “chimpancé” apagaría el televisor como el chimpancé de la doctora Horner obvió la secuencia de acciones sobre la caja transparente al “razonar” que era inútil. Nosotros seguimos prendidos de la telebasura y de la inmediatez deshumanizante de la sociedad de la informática (sin negar que esta última pueda ser positiva en otros aspectos) porque ha pasado suficiente tiempo antes de que Giovanni Sartori y Nicholas Carr hicieran sus advertencias; y esperemos que no pase mucho tiempo –seamos creativos para esto– antes de que encontremos una estrategia global que nos devuelva a la naturaleza autocontrolada sin un temible desequilibrio traumático.

lunes, agosto 29, 2011

All you need is love, Say no more


Charly García: una travesía a otro mundo en Arequipa

Cuando Charly García entra al escenario, tú, que sabes de él, te le quedas mirando y te dices qué animal es ése, por qué tiene luz propia, y sabes que decirte eso tiene poco de retórica porque saber de él —haber quedado perplejo con Boletos, pases y abonos al menos la primera vez que la oíste, o sea saber de él— no es suficiente para entender qué animal es ése, de dónde esa luz propia. Y cuando comienza a sonar Cerca de la revolución entiendes que estás de travesía en otro mundo y que lo tienes enfrente. De pronto ya te reconoces parte de él, siempre lo fuiste en realidad, estar ahí es ahora natural para ti y cantando “aunque vives en mundos de cine, no hay señales de algo que viva en ti”, ambos, Charly y tú, saben que se lo dicen a los que están en este mundo, al que has de regresar al final del concierto pero eso no te importa; súbdito de la verdad, te sientes pertenecer a un todo supremo. Vociferas “cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada” y eres comprendido, multiplicado, eres muchos, infinitos. Pero antes que de Charly, lo reconoces, tú siempre fuiste de Sui Generis, y lo escuchas cantar Confesiones de invierno, no lo puedes creer y se te hacen agua los ojos, Charly termina y dice que ese tema es una mentira porque tenía 15 años cuando lo compuso… pero pocos advierten la trampa: Charly nunca dejó de tener quince años.
Sí, hay éxtasis; pero no pierdes la ternura, y la sientes contigo mismo; esta vez no lo cantas, te basta con la voz de Charly: “me siento mucho más fuerte sin tu amor”, y lo repites con amor… La consciencia tiene ahora la importancia de un suvenir y llega un tema del nuevo álbum, Charly diciendo cosas como “no importa la revolución” y “no importa Chopin” —ese Charly que en los últimos años se ponía serio sólo para tocar Beatles— ahora parece ser el John Lennon del famoso recital en Nueva York pregonando “no creo en el yoga”, “no creo en Zimmerman (Bob Dylan)”, “no creo en los Beatles”. Y recuerdas que con Charly eres un veterano del ejército del Sargento Pimienta, aquella legión del Amor: “Oh, no puedes ser feliz, con tanta gente hablando, hablando a tu alrededor… Oh, dame tu amor a mí, estoy hablando, hablando a tu corazón.” Y son, Charly y tú, veteranos en ejercicio de la consigna all you need is love, y van más allá de la apología: “un amor real es como vivir en aeropuerto”, “gozar, es tan parecido al amor”. Charly lamenta haber crecido con Videla y tú recuerdas haber crecido con Fujimori. “Estoy verde, no me dejan salir” te parecía relleno postmoderno y le encuentras sentido: “tengo que confiar en mi amor”. Promesas sobre el bidet te parece arqueología sagrada, y aun así adviertes que tú tampoco aprendiste a vivir. Y todo esto allá, en el otro mundo.
… Hasta que Charly anuncia “Eiti leda” y tú te dispones a morir. Lo creíste decadente, te atreviste a dudar de él y él te viene con Serú Girán (la canción viene de Sui pero Serú la sublimó). Ya no te preguntas cómo lo hará, los sonidos hacen sinfonía: la voz femenina te refresca; el bajo por allá te deforma, te reformula; entra el sintetizador y marca un cambio de todo, subes; entra el piano y vuelve a cambiar todo, subes más; una escala larga de acordes con un redoble de todo un compás en los tambores, que culmina con la melodía inicial en la voz femenina llena de todos los instrumentos, es concluyente; no sabes nada, no entiendes nada… sólo explosionas…
Y la misma canción te devuelve a este mundo, dulce, plácidamente... Regresas. Reconoces lo cotidiano… ¡Gracias, Maestro!

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lunes, mayo 30, 2011

Auscultando el huevo de la serpiente


Mujeres en la marcha antiFujimori del 26 de mayo, en singular acto de protesta.

En una ruta de transporte público, a un asiento atrás del que ocupaban dos estudiantes, se oyó parte de una interesante conversación.
- ¡Ni hablar! Yo no puedo votar por 300 000 esterilizaciones forzadas.
- ¿Ah sí? A mí me parecen muy bien ah. ¿Qué puedes hacer con tanta gente que se reproduce así nomás sin condiciones para mantener tantos hijos? Así son los indios, tú pretendes educarlos y ellos no te entienden. Llega el marido borracho y le hace abrir las piernas; y la otra, ignorante, abre las piernas nomás.
- Me pones los pelos de punta con lo que me dices. No te importa el sufrimiento causado…
- Es un mal menor. No abras tanto los ojos –dice riendo–. No soy la única que piensa así. Muchísimos sabemos que esa medida se tomó, y la aprobamos; si no, no la apoyaríamos con nuestro voto.
- Pero ponte en el caso de esas mujeres. ¿A ti te gustaría que te liguen las trompas a la fuerza y con engaños?
- Si fuera ignorante deberían hacerlo. Pero no es el caso pues. Yo no soy una ignorante. Es diferente. Esa gente no percibe la realidad, no se da cuenta por dónde se debe llegar al desarrollo.
- Esa es una muy buena razón. Lo que ocurre es que hasta las razones muy buenas se basan necesariamente en principios.
- Claro, lo sé. Eso lo hemos estudiado en teoría del conocimiento, los principios no necesitan demostración porque son evidencias de la realidad. Y los principios por los que se hicieron las esterilizaciones son bastante obvios, ¡no puedes negarlos!
- Lo que pasa es que para formular un principio es inevitable tomar una parte de la realidad, y al conceptuar la evidencia uno siempre es arbitrario, también lo hemos estudiado.
- ¿A dónde quieres llegar?
- A que a menudo los principios que asumimos están muy contaminados con nuestras emociones y nuestros prejuicios (en nuestro caso, el racismo). Y eso les pone un peligroso sello de parcialidad.
- No me irás a decir que las altas tasas de embarazo de las indias a pesar de su miseria son un prejuicio nuestro.
- No, no podría negar que existía ese fenómeno.
- ¿Entonces? Ahí está, tenían que hacerlo.
- El problema está cuando uno ve sólo lo que quiere ver, en función de lo que quiere justificar; así se hace muy fácil encontrar razones, y muy buenas, que luego calan en la mente de mucha gente. Así, las razones de Hitler para arrasar con los judíos eran brillantes, las de Al Qaeda para destruir Occidente también lo son.
- Ay, qué chistosa. Tu ejemplo sí es gracioso. ¿Cómo vas a comparar una cosa con la otra? No es lo mismo.
- ¿Me dejas demostrarte por qué es parcializada la visión que justifica ese crimen de 200 000 esterilizaciones forzadas?
- Es crimen para ti. Para mí fue una necesidad social.
- Ya. Pero déjame demostrarte.
- Te escucho.
- Basada en la realidad de los indígenas en la sierra peruana, me dices que cuando una cultura reincide en un error que la condena al atraso y la miseria, y cuando a la vez se niega por ignorancia a ser instruida por quienes conocen la solución, se justificaría una intervención externa que violando su albedrío y su constitución física y psicológica, o sea sus derechos humanos, apunte a resolver el problema sin importar el sufrimiento causado porque a fin de cuentas sería un mal menor.
- Sí, eso dije, y es lógico, porque se hace incluso pensando en ellos.
- ¿O por ellos?
- A veces es necesario. Se justifica.
- Bueno, veamos otro problema social que es muy similar al problema que tú has mencionado, y que se está dando especialmente en las clases altas nuestra sociedad: miles de niños y adolescentes sufren por desamor; sus padres están muy concentrados en sus finanzas, en sus negocios; los educan la televisión basura, facebook y el chat; su rendimiento académico deja mucho que desear pues, aunque supere por poco el de las clases bajas, en general no entienden lo que leen, porque no leen como hábito, y no son capaces de formular una relación matemática; y como salida se refugian en una molicie de superficialidad, en la droga desacralizada, en la juerga momentánea; y si estudian una carrera universitaria lo hacen por cumplir, por contentar a sus padres, porque a su pesar deben mantenerse de adultos a sí mismos o saber cómo administrar el negocio de la familia; y han aparecido universidades que no les exigen la excelencia, que sólo les aprueban los cursos porque pagan su pensión, su matrícula y sus subsanaciones; y con todo esto terminan condenados a una mediocridad mayor que la de sus padres, que sólo les asegura éxito material y cero en amor, cero en cultura, cero en calidad humana, cero en libertad. Hace poco leí un informe sobre “la depresión de la tumbona”, se trata de muchísima gente que ansía unas vacaciones que, una vez llegadas, ya no puede disfrutar, porque la oficina absorbió toda su existencia, y ahora sienten tal vacío espiritual que el solaz les es insoportable y deviene una nueva ansiedad por volver a la oficina.
- Pero bueno, esa es una visión.
- Es una visión, como lo es la visión tuya de lo que ocurre en la sierra. Ambas con muchas evidencias tomadas de la realidad. Tú has estudiado en el colegio X, ¿verdad?
- Sí.
- Siendo uno de los más caros y exclusivos, mira cómo ya tiene dos casos de suicidio de sus alumnos por problemas existenciales relacionados con la realidad que grosso modo te he presentado. Esos suicidios son dos casos extremos de un mal generalizado en ese ambiente.
- ¿A dónde quieres llegar?
- Ya hace varios años, este fenómeno fue identificado por profesionales de diversas áreas que han publicado sus conclusiones y sus recomendaciones, se han creado talleres de padres, se ha tratado de formar nueva consciencia; y la cosa sigue de mal en peor. No quiero decir que las soluciones planteadas sean necesariamente las adecuadas, es posible que aún no se haya puesto en marcha una estrategia eficaz.
- ¿Ya ves? Ya sé a dónde quieres llegar. No es lo mismo. Tú misma estás diciendo que nada asegura que se haya encontrado la estrategia acertada.
- De acuerdo, nada lo garantiza. Supón que llegaran al poder unos fundamentalistas de lo autóctono, unos fascistas de lo indígena que añoren el Tawantinsuyo y que repudien a priori todo rasgo de cultura occidental, que antepongan sus fines frente a los derechos humanos.
- No estaríamos yendo a clases de francés.
- Obvio. Cerrarían el Instituto y nos obligarían a estudiar quechua.
- Y si nos negamos, nos matan.
- Claro. Y argumentando que como la élite pudiente no entiende razones, como es ignorante y reincidente en un modo de vida que la condena al atraso… ¿qué “brillante” solución crees que le darían al problema del desamor y la superficialidad de esa clase social?
- (Indignada) ¡Sería terrible!
- No lo dudarían un segundo. Según ellos, habría que evitar que muchos ignorantes ricachones tengan hijos a los que no pueden asegurar una educación amorosa y humanista que garantice su estabilidad emocional. Tú misma estarías ya contada entre las víctimas, yo, mi hermana…
- Tienes razón. Pero me has dicho que no necesariamente se ha encontrado la alternativa correcta. Habría que seguir buscándola pero no se debería proceder con métodos salvajes.
- Seguir buscándola, y aplicarla, implica paciencia y muchísimo esfuerzo, y trabajo en equipo. Implica aspirar a conseguir resultados en el largo plazo porque hablamos de problemas complejos. Un pragmatismo surgido de la impaciencia podría ser criminal. Justamente el amor es lo que propicia una actitud de sana paciencia y esfuerzo compartido.
- Es que cada quien al final tira para su lado.
- ¿Y qué va a pasar si aceptamos que cada quien tire para su lado, con sus soluciones perfectamente justificables según principios arbitrarios y parciales?
- Nos destruimos.
- Quién destruye a quién depende nomás de quién tiene el poder en determinado momento. Si aceptamos la devastación del otro cuando el poder lo ejerce quien nos representa, ¿con qué solvencia iríamos a defender nuestra humanidad cuando los otros lo ejerzan?, sólo podríamos responder con más violencia. Eso: violencia sobre violencia.
- Y odio sobre odio.
- Hace un momento te dije algo del amor…
Continuaban hablando las compañeras cuando el testigo de este diálogo, llegado a su destino, tuvo que abandonar el ómnibus en que agradece haberlas escuchado.

lunes, marzo 21, 2011

Día Internacional de La Poesía (o si se quiere: "¿Feliz día, poetas?")

Me entero de que hoy es el Día Internacional de la Poesía... y en estos tiempos no encuentro mejor homenaje que estas estrofas del maestro Atahualpa Yupanqui.
 

Tú crees que eres distinto porque te dicen poeta
y tienes un mundo aparte más allá de las estrellas.
De tanto mirar la luna ya nada sabes mirar,
eres como un pobre ciego que no sabe a dónde va.
Vete a mirar los mineros, los hombres en el trigal...
y cántale a los que luchan por un pedazo de pan.

[...]
Vive junto con el pueblo, no lo mires desde afuera
que lo primero es ser hombre y lo segundo poeta.

Que lo primero es ser hombre y lo segundo poeta.

viernes, marzo 18, 2011

Lecciones de Fukushima


Si hubiera previsto las consecuencias,
me hubiera hecho relojero.
(Albert Einstein, sobre el desastre atómico de Hiroshima y Nagasaki)

El científico Edward O. Wilson, responsable del concepto de biodiversidad, ha advertido que si toda la humanidad consumiera como se consume en EEUU se necesitarían 4 planetas Tierra para sustentarla.

No es difícil notar que otros países ricos y la clase alta de los países subdesarrollados siguen el patrón consumista de EEUU, y que a él aspiran las clases bajas de todo el mundo; así que este es un mal que está devorando a la humanidad. El consumismo es el acto de consumo que dejando de ser un medio desplaza a la satisfacción de necesidades como la finalidad que le da sentido. Es un caso de enajenación que consiste en el medio convirtiéndose en su propio fin, y como tal conlleva la ideología del menor esfuerzo. Por eso este patrón de comportamiento le ha perdido el respeto a la propia biósfera, porque siendo su propio fin no requiere de otra cosa que lo justifique.

En nuestra coyuntura esto puede entenderse así: hágase el menor esfuerzo y con una planta nuclear obténgase la energía que nos costaría demasiado con paneles solares, hidroeléctricas, molinos de viento y sistemas de captación de energía de las mareas... esto ya sin advertir que buscamos energía de consumismo y no de consumo.

Como bien lo han descubierto los científicos, el cerebro no busca la verdad sino sobrevivir. Pues no habríamos llegado evolutivamente a donde estamos si nuestro cerebro no nos hubiera reconstruido, mediante la percepción, una sub-realidad que se adecúe, éticamente incluso, a nuestra realidad y conveniencia individuales y a la solución más holgazán que resuelva nuestros problemas inmediatos… ¿y después?: ya se verá, alguna nueva solución vendrá, más holgazán aun.*

Pero en los meandros de la evolución natural los riesgos que se corrían no eran equiparables a los de hoy: gracias a mentes que, paradójicamente, no se conformaron con soluciones holgazanas, sobrevinieron la filosofía, la investigación científica y con ésta la alta tecnología. Pero aquellas mentes son excepcionales; el resto de la humanidad sigue siendo en general lo conformista, dogmática, prejuiciosa, ociosa e imitadora de las mayorías, que fue desde sus orígenes. La siguiente imagen es clara: un hombre domina el fuego en una experiencia creadora que le significó conocer sus peligros, luego el fuego dominado cae en manos de los niños que no han vivido esos peligros, y ahora ¿qué hacemos con manadas de ingenuos enamorados del fuego?

Lamentablemente los humanos, que nos hicimos esta especie que somos por imitación**, no solemos imitar los logros de provecho mediato del filósofo o los del científico, no menos inteligentes y creativos que los logros vistosos y de uso inmediato del científico-tecnólogo.

Parece que este patrón consumista es irreversible. Con nuestro cerebro haciéndonos preferir la solución inmediata con el menor esfuerzo, con la facilidad con que manipulamos el núcleo de los átomos, con la irreverencia con que tratamos a la naturaleza y la vemos como almacén de metales preciosos y combustibles fósiles; nuestro futuro como especie no da mucho para el optimismo.

Desgraciadamente no se trata de costumbres que se puedan revertir, ni de comportamientos aprendidos que se puedan desaprender. Se trata de nuestra constitución orgánica, de cómo funciona el cerebro. Somos una humanidad vanidosa y halgazana que no está preparada para sus científicos, y una humanidad que no aprende de sus errores, pues aprender significaría quebrar esa tendencia a hacer el menor esfuerzo, y eso ¡maldita sea! es orgánico.

El reto a la creatividad humana es muy grande si es que queremos mantener este esquema de vida comodón globalizado sin borrar del mapa nuestra civilización. Pero hay visionarios que ya atisbaron soluciones.*** Debemos ser capaces de quebrar nuestras costumbres, de repensar si queremos, si son ciertas, las necesidades que creemos tener: debemos desglobalizarnos primero, y primitivizarnos después. Es muy inteligente y asombrosa nuestra tecnología pero si no tenemos la estatura moral ni espiritual, hay que abjurarla.

Por supuesto que es una tarea titánica. Creer en esta posibilidad es incluso contrariar las leyes de las ciencias humanas; pero aun si no lo hiciéramos, y si no se nos ocurre antes alguna mejor alternativa, el resultado sería de todos modos la aquí propuesta primitivización de la humanidad, en aquel caso póstuma a lo que hoy somos.


_______________________________

* Documentos sugeridos: A Mind of Its Own, libro de Cordelia Fine; y "El cerebro no busca la verdad sino sobrevivir", entrevista que Eduardo Punset hace a la investigadora.

** Los antropólogos evolutivos han probado que junto con el desarrollo de la capacidad intelectual para resolver problemas creativamente, fue la imitación, factor esencial del origen de la cultura, la que nos permitió sortear mil y un obstáculos de vida o muerte en la sabana africana.

*** Unos de ellos es el cineasta japonés Akira Kurosawa en "Sueños", donde vislumbra una aldea que vive en comunión con la naturaleza, como respuesta a la amenaza de devastación de la manipulación del núcleo atómico con fines bélicos y de suministro energético; y en "El cazador", película en que plantea el sinsentido de la civilización a través de la visión de un cazador que siempre vivió como parte de la naturaleza.

miércoles, marzo 16, 2011

Ay Japón, Amor mío...

"Volver a la naturaleza
sería su mayor riqueza"
(un león a otro, hablando de la humanidad
en un tema de Juan Carlos Baglietto)

De nuevo Japón, isla de nuestras lágrimas secas.

El gran artista japonés Akira Kurosawa también fue un profeta: agorero y visionario. Siempre desconfió de la civilización y de este alejamiento estúpido de la vida en armonía con la naturaleza. Su cine siempre mostró su temor a la catástrofe universal que significa el hombre civilizado y globalizado.

El Fujiyama en rojo, uno de los sueños de Kurosawa, aquí la crisis de la devastación:



El demonio lastimero, otro de los sueños de Kurosawa, aquí los efectos de la devastación:



La aldea de los molinos de agua, el último de sus sueños. Otro mundo es posible.

martes, marzo 08, 2011


A todas las mujeres indignadas y a todas a las que no se les permitió estarlo…

LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL AMOR
(Silvio Rodríguez)

[...] porque tú
tenías lazos blancos en la piel
tú, tenías precio puesto desde ayer
tú, valías cuatro cuños de la ley
tú, sentada sobre el miedo
sentada sobre el miedo de correr.

Una buena muchacha de casa decente no puede salir.
Qué diría la gente el domingo en la misa
si saben de ti.
Qué dirían los amigos,
los viejos vecinos
que vienen aquí.
Qué dirían las ventanas,
tu madre y su hermana
y todos los siglos de colonialismo español
que no en balde te han hecho cobarde.
Qué diría Dios
sin amas sin la Iglesia
y sin la ley,
Dios, a quien ya te entregaste en comunión.
[...]

Busca amor con anillos
y papeles firmados
y cuando dejes de amar
ten presente los niños
no dejes tu esposo
ni una buena casa
y si no se resisten
serruchen los bienes
que tienes derecho también
porque tú
tenías lazos blancos en la piel
tú, tenías precio puesto desde ayer
tú, valías cuatro cuños de la ley
tú, sentada sobre el miedo
sentada sobre el miedo de correr.

lunes, febrero 21, 2011

De coherencias e incoherencias


A un vargasllosiano amigo le dije alguna vez que Vargas Llosa sería coherente si cobrara por cada conferencia, y mi amigo lamentablemente se sintió ofendido. Ahora me dice que Slavoj Žižek va a cobrar 130 soles de entrada para su conferencia en Lima, y me pide que le precise si es coherente o no la actitud de “ese izquierdoso”, sustentándose en este hecho para mofarse de la “coherencia de las izquierdas” sin notar que su argumento cojeaba en la falacia de composición, pero molesto con aquéllas de seguro por la irreflexiva y anticipada animadversión que en gran medida le profesan al novelista.

Tal vez Žižek no sea coherente, o quizás sí si es que cobra como showman por su imagen hecha fetiche y entrega a la humanidad sus ideas sin querer lucrar con ellas. Ni siquiera sé si hace o no tal cosa, porque yo hasta ahora sólo he podido leerlo pirateado.

Lo importante, que no le dije a mi amigo en el momento, es que admiro la coherencia como virtud de los más grandes seres humanos mas no podría impugnar a quien no la muestra (tal cosa equivaldría a exigir heroicidad a todos: completo sinsentido); pero sí valdría tachar a quien pretende que se lo tome como lo que sabe que no es. Y me parece claro también que no se puede impugnar al incoherente que cree férreamente no serlo, pero siempre es bueno ayudarlo a que se dé cuenta de ciertas flaquezas que no puede por sí solo advertir.

Mario Vargas Llosa se proclama demócrata y libertario por sobre todas las cosas, y se lo toma como intachable modelo de ciudadano del mundo; pero con qué facilidad atropella el derecho de unos cuantos musulmanes a proteger sus fetiches religiosos de la impertinencia occidental de la fotógrafa Morgana Vargas Llosa, su hija, a quien acompañaba en afán reportero al interior de una mezquita del Iraq invadido. Y pienso que seguramente él mismo no se atrevería en el National Gallery de Londres a fotografiar - acto que por reglamento no está permitido - el hermoso cuadro “Los bañistas de Asnières” de Seurat, la pintura que acaso él más aprecia. Valga en ese caso la ayudita que Santiago Alba Rico le ofreció en un confrontador artículo* para mostrarle que no había sido tan decmócrata como creía.

No sé qué es lo que diga Žižek de sus cobros en Lima, la coherencia es algo que se entiende a través de principios y razones; mas si luego de escuchárselos fuera notorio que le hiciera falta al pensador esloveno alguna ayudita, no habría que dudar en dársela.

Quizá no esté de más decir que ni en uno ni en el otro caso es razón cualquier viso de incoherencia por parte de los autores para despreciar el arte excelso de la novela vargasllosiana o el elevado pensamiento humanístico de Slavoj Žižek.



* http://www.tlaxcala-int.org/article.asp?reference=1802

Le vendemos un nicho


A mí enterradme sin duelo
entre la playa y el cielo... 
En la ladera de un monte,
más alto que el horizonte.
Quiero tener buena vista. 
Mi cuerpo será camino,
le daré verde a los pinos
y amarillo a la genista. 
JOAN MANUEL SERRAT


Suena el teléfono y preguntan por mí con mi nombre completo, como aparece en la guía telefónica. Quien me llama es una representante de los Jardines de Esperanza, un cementerio privado de mi ciudad, acaso el más caro, y me ofrece el nuevo “Plan de Previsión Familiar”.

—LLegado el momento —me dice la voz melodiosa—, la familia podrá contar con nuestro servicio exclusivo…

—¿Qué momento, señorita?— la interrumpo decididamente.

—Nadie quiere pensar en eso pero es mejor que en medio del dolor uno no tenga que preocuparse por esas cosas, por eso tenemos un plan en que…

—Ah, me está hablando de cuando nos muramos —interrumpo con más decisión.

—¡No es eso, señor! —me dice con una voz entre avergonzada y sonriente. Advierto que trata de tomar mi acotación como una broma, o de que yo lo note así, y también advierto que es consciente de que no era una broma—. Tenemos este plan familiar de contingencia que ofrece servicios de reserva de ubicaciones, velatorio y traslado —evitó pronunciar las horrendas palabras “ataúd” y “entierro”—. Y de antemano puede escoger los modelos y los tendremos preparados, porque hemos tenido casos...

—¿Modelos de qué, señorita?— le digo, algo molesto por esas ganas de no decir las cosas completas, como son.

—De féretros, señor —dice, después de trabarse un momento, ahora sin melodía en la voz, seguro esforzándose en escoger la palabra menos inoportuna pero con la entereza de estar cumpliendo la parte odiosa del deber—. Porque hemos tenido casos —su voz trata de recuperar la melodía— en que llegado el momento la familia no encuentra lo adecuado para...

"¿Qué es lo adecuado?", pienso. Y me parece que lo sería no tener por qué comprarme, a la medida de mi estatus, un lugar en este planeta donde dejar mis desechos o un depósito en que guardarlos.

—... y lo que le ofrecemos es un plan en que ni siquiera le pedimos una letra mensual, esta es una financiación que consiste en...

—Señorita, pero ¿por qué no esperan a que me muera? —interrumpo una vez más—. Con dolor o como sea, mi familia se sentirá unida a mí en el rito de preparar mis exequias —al decir eso empiezo a evocar el sublime capítulo final de “Los Sueños” de Akira Kurosawa.

—Claro, señor —me responde, la sonrisa ya se le siente medio desencajada—. Nadie quiere adelantar ese momento, lo que buscamos es hacerle un servicio, y es algo que le va a traer alivio a la familia, no va a tener que escoger y encontrar posiblemente algo que no le conviene... —y yo divago: a quienes me amaron les hará bien unirse, encontrar, cada quien en otro, algo de mí que pueda haber olvidado, crear una memoria que me integre en sus propias vidas... y sigo evocando las escenas de Kurosawa... quisiera que sea festivo, que celebren a alguien más que cumplió su ciclo queriendo dejar un mundo algo mejor tras su paso por él...

Me doy cuenta de que me distraje, de que la telefonista sigue exponiendo el plan que me ofrece, algo más relajada, cumpliendo su papel, o lo que cree que es su papel:


—... cuando nos llamen no deberán preocuparse por pagos, y si el momento ha llegado muy pronto la familia recibirá un bono de compensación...

—Disculpe, señorita —la corto sin perder la armonía—. Creo que preferimos esperar a que nos muramos.

Se da por vencida. Llanamente me agradece por haberla escuchado, ya sin replicar que no se trata de eso. Sin más eufemismos que afiancen el horror a los significantes de muerte, nicho, entierro, ataúd.

... y me siento más tranquilo de lo que estaba antes de recibir su llamada. Lamento más bien sentir que con mis cuestiones no le pude corresponder el favor.

jueves, febrero 17, 2011

Sobre la ciencia del altruismo y la empatía *


El amor a la familia se puede entender al menos de dos maneras distintas, una es la manera etológica-evolucionista, la cual tiene que ver con grados de consanguinidad y una economía del comportamiento determinada por el gen. John Maynard Smith, Richard Dawkins e Ireanus Eibl-Eibesfeldt, entre otros, han hecho importantes contribuciones en el tema. Esencialmente, nuestros programas genéticos hacen que “tendamos” a ser más solidarios en entornos en que esa solidaridad afecte positivamente a individuos con mayor probabilidad de tener en común con nosotros esos mismos genes, es decir con quienes tenemos vínculos de parentesco. Esto es lógico porque así el gen asegura su existencia en el acervo génico de las siguientes generaciones. Imaginemos que en vez de este gen “altruísta” tenemos uno que no nos hace colaborar, el resultado será que a la larga se pierde una acumulación de ventajas que pone en riesgo la supervivencia del grupo. Imaginemos además un gen que no determine comportamientos altruistas selectivos (según las probabilidades de consanguinidad) sino que nos haga ser colaborativos en cualquier entorno; y pongámoslo en competencia con el gen del altruismo selectivo (aclararé que ambos no pueden estar activados a la vez en un individuo). El resultado será que este último asegurará que más individuos beneficiados portarán copias de él en sus células, porque estos no ayudarán en igual medida a los individuos que muy probablemente no las porten. Resultado evolutivo: tendencia general al altruismo selectivo.

La otra forma de abordar el asunto es tomando en cuenta el efecto de la hormona oxitocina. Esta se libera en ingentes cantidades durante el parto y es responsable entre otras cosas del alto grado de afectividad de la madre con su indefenso recién nacido, e incluso entre la los miembros de la pareja sexual establecida. Esta hormona a su vez ha sido identificada como un disparador del espíritu de generosidad en los humanos.

Pero en este asunto hay más. La amistad sin consanguinidad resulta un aspecto muy importante a considerar en este tema, pues neuroquímicamente también tiene su correlato. Y evolutivamente también se podría explicar en el sentido en que por más que no haya parentesco cercano, dos individuos con intereses comunes que generan afectos entre sí y tienden a colaborar, aseguran la preservación de sendas cadenas genéticas.

A pesar de todo lo dicho, es muy importante tener en cuenta que esto es sólo la base biológica del comportamiento. Es como el hardware de una computadora: sobre esta base se puede programar y reprogramar nuestro comportamiento culturalmente, teniendo en cuenta como analogía que ninguna computadora puede hacer algo para lo que su hardware está impedido, por más que se diseñe el más potente software. Y aquí hay una gran diferencia con los humanos: nosotros sí hemos contravenido ese impedimento natural con el que venimos de fábrica. Pero esto es harina de otro costal y da para mucha más reflexión.

* Este post es un intento de responder a la pregunta de Estefanía, hecha en el post anterior sobre "las taras del amor (occidental)"

lunes, febrero 14, 2011

Las taras del amor (occidental)


"Yo no quiero un amor civilizado."
Joaquín Sabina

"Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan en mi espalda.
Ojalá que tu nombre se le olvide a esa voz."
Silvio Rodríguez


Cierta vez me animé a preguntar a varios compañeros universitarios si habían tenido alguna relación de pareja en la que no hubieran sufrido, seguro de que la negación unánime de la respuesta me permitiría establecer una ley humana que inexorable nos subyugase, inermes, defraudados. Poco después, convencido de aquel designio fatal, trataba de idear una ética defensiva cuyos principios estaban muy bien sentados en el poético final de un cuento de Oscar Wilde en que un estudiante enamorado, después de un sacrificio cruento, es traicionado por la muchacha que le robaba el sosiego.

- ¡Qué cosa tan necia es el amor! -se dijo el estudiante mientras se marchaba-. No es ni la mitad de útil que la lógica, pues no prueba nada, y siempre nos dice cosas que no van a suceder, y nos hace creer cosas que no son ciertas. De hecho, es muy poco práctico, y como en estos tiempos ser práctico lo es todo, me volveré a la filosofía y estudiaré metafísica.

Así que volvió a su habitación, y sacó un gran libro polvoriento, y se puso a leer.
*

De esta vinculación fatal entre amor y sufrimiento los poetas han hablado hasta el hartazgo, unos lamentánola y otros incluso exaltándola, no sin componer obras cada vez más bellas. Lapidante y excelso es por ejemplo el poeta César Calvo cuando dice que “amores que no lastiman dan lástima”. Y uno de mis poemas preferidos sobre el tema, un hermoso soneto de Manuel González Prada, dedicado al amor, dice:

Si eres un bien arrebatado al cielo
¿Por qué las dudas, el gemido, el llanto,
la desconfianza, el torcedor quebranto,
las turbias noches de febril desvelo?

Si eres un mal en el terrestre suelo
¿por qué los goces, la sonrisa, el canto,
las esperanzas, el glorioso encanto,
las visiones de paz y de consuelo?

Si eres nieve ¿por qué tus vivas llamas?
Si eres llama ¿por qué tu hielo inerte?
Si eres sombra ¿por qué la luz derramas?

¿Por qué la sombra, si eres luz querida?
Si eres vida ¿por que me das la muerte?
Si eres muerte ¿por qué me das la vida?

En igual medida lo hicieron los cantores. Brillante en su letrística es Joaquín Sabina cuando dice:

Porque el amor cuando no muere mata
Porque amores que matan nunca mueren

Seguramente hasta aquí, estimado lector, además de haber pensado en cuántos más ejemplos de igual o mayor belleza, ya haya pasado por varios procesos emocionales de identificación personal y sorpresa estética, no exento de un sello conformista de lamento glorioso, pero de lamento al fin.

La buena noticia, o la mala para muchísimos, es que no estamos sentenciados por ningún designio natural ni divino. La investigadora Roxana Kreimer, autora de “Las falacias del amor”, nos dice esto que a muchos nos costaría creer:
"En Occidente ha prevalecido una concepción irracional sobre el amor. Curiosamente éste fue uno de los aportes más significativos de los antiguos griegos —fundadores de la cultura racionalista— a nuestras formas contemporáneas de entender el amor, y también una de las tantas razones por las que se ha establecido un nexo tan estrecho entre amor y sufrimiento. A diferencia de los hindúes, de los chinos o de los japoneses, los griegos no entendieron al amor como una virtud a ser cultivada sino como una enfermedad, como una forma de locura que, aunque muy dulce, puede destruir todo lo que una comunidad e incluso el mismo amante, valoran. El amor no fue considerado un arte, una práctica que se enseña, se aprende y se perfecciona, sino un mecanismo irracional, espontáneo, no intencional e inducido desde el exterior —mediante las flechas de un dios caprichoso— que deja al individuo inerme, a merced de fuerzas completamente externas a sí mismo."

Esta enfermedad, que arrastramos en todas nuestras manifestaciones culturales, es llamada amor-pasión o amor romántico, y su origen ha sido identificado en las composiciones de los trovadores medievales, que culturalmente llevaron a toda una civilización a perder de vista la plasticidad del amor, el hecho de que pueda ser cultivado y construido creativamente. Y que además pueda ser abordado con racionalidad: el sicólogo Walter Risso, autor de importantes estudios sobre el amor, dice con estilo que racionalizar el amor no es cortarle las alas sino enseñarle a volar. Y lo mismo propugnan pensadores de fuste como Erich Fromm que incluso ha escrito, alejado del sentido facilista de los llamados libros de autoayuda, un manual que enseña el arte de amar. Ahí nos habla de pasiones y acciones: lo mórbido es creer que el amor debe ser pura pasión, cuando en verdad podemos potencialmente hacer de él lo contrario sin sustraerle la maravilla. Y nos anima a practicar un amor activo, a edificarlo en nosotros con esfuerzo y voluntad. Pues como cualquier arte que se aprende y que a golpe de esfuerzo se hace sublime, tiene el amor un aspecto racional y un aspecto emotivo, un aspecto consciente y uno inconsciente.

En su “Estudio del hombre”, el antropólogo Ralph Linton critica el hecho de que, aunque en todas las sociedades haya afectos apasionados entre hombre y mujer, la nuestra es la única que los ha puesto como la base del matrimonio.** Dice Linton:
"La mayoría de los grupos los consideran (a dichos afectos) como una desgracia y señalan a las víctimas de estos afectos como tristes ejemplos. Su rareza entre muchas sociedades nos lleva a considerarlos como anormalidades sicológicas a las que nuestra propia cultura ha dado un valor extraordinario, del mismo modo en que otras culturas han realzado el valor de otras anormalidades. El héroe de la película americana moderna siempre es un enamorado romántico, lo mismo que el héroe de los viejos poemas épicos árabes es siempre epiléptico. Un cínico sospecharía que en cualquier población ordinaria la proporción de individuos propensos a un amor romántico tipo Hollywood no es mayor de lo que pudiera serlo la de las personas capaces de tener verdaderos ataques epilépticos. Sin embargo, basta un pequeño estimulo social para que cualquiera de los dos tipos pueda imitarse más o menos perfectamente sin que el imitador llegue a confesarse, aun a sí mismo, que su papel no es original."

Este enfermo es entonces admirado y hay que seguir su ejemplo, porque si no sufre por ella no la ama. Y esta enferma que sufre y por quien alguien sufre es envidiada, hay que tener su suerte. Casi toda la literatura y el cine occidentales se han dedicado a afianzar esta conducta; algunas obras con variaciones irreverentes y subversivas, pero sin librarse a fin de cuentas del modelo romántico instituido.

Y como es de esperarse, y por el hecho de que la institución matrimonial ha surgido como una manera de instituir la propiedad privada a través de la propiedad sexual sobre la mujer, es ésta la que ha resultado siendo la más afectada por esta tara cultural. Las niñas son bombardeadas, desde antes de tener uso de razón, por innumerables estímulos que las hacen soñar en su futuro convertido en cuento de hadas, que las hacen pasar toda su infancia y adolescencia soñando con el grandioso momento de su matrimonio, el día en que comenzarán a comer perdices. Lo irónico es que cuando se instituyó el matrimonio en la Grecia antigua, tal fecha era para la mujer el día más triste de su vida, el comienzo de su infierno programado.***

Las cosas han cambiado mucho con la liberación femenina, pero aún queda harto camino por recorrer. Millones de mujeres siguen viviendo un tercio de su vida en función de la institución que durante los otros dos tercios no les garantiza ningún éxito, ninguna felicidad.

Pero volvamos al amor-pasión. Muchos, al enterarse de esta enfermedad y diagnosticársela, apelarán a la magia y a la fascinación con que nos aborda, las que tan bien describe González Prada en el soneto que hemos leído; y tendrán una respuesta inmediata: el goce lo compensa todo... eso es algo que cada quien debe sopesar; pero es necesario tener presente que aun así contamos con una fisiología del enamoramiento, independiente de modas culturales, que no tiene por qué hacerse disfuncional cuando se suprime ese apasionamiento, ese romanticismo que nos hace sufrir. El acercamiento a la persona escogida —por mecanismos biológicos y culturales de selección sexual— no va a dejar de inundar nuestro cerebro de dopamina, el neurotransmisor responsable de hacernos sentir en las nubes al primer contacto erótico con el galán o galana de turno. Y, aunque pueda activarse más de una vez, tenemos también una fisiología neuroquímica del amor maduro, ese que nos permite tener relaciones de toda una vida, compensando la fugacidad del vínculo puramente erótico del enamoramiento.****

Para concluir, es una cosa estar enfermo y otra distinta regodearse en la enfermedad, suponiéndola digna y notable. El amor que mata es enfermo, y esa enfermedad se hace endémica gracias a la ignorancia, a creer que sus dominios son un misterio lejano del entendimiento. Pero, en fin, quien se inclina por el sufrimiento banal, quien incluso se siente honrado por las innumerables secuelas que esto acarrea, que lo haga sabiendo al menos que su dolor es opcional.


* Oscar Wilde, "El ruiseñor y la rosa".
** Aunque Linton se refiere con esto a la cultura norteamericana, fácilmente se puede aplicar a en sentido amplio a todo Occidente.
*** Para un mejor entendimiento de esto sugiero ver el siguiente documental: http://www.youtube.com/watch?v=Lo51BKwcEgc
**** Para más detalles sugiero ver el documental "Ciencia del sex appeal" de Discovery Channel, el cual se puede encontrar en Youtube. Cabe precisar que en dicho documental se llama "lujuria" a lo que en este artículo yo llamo "el vínculo puramente erótico del enamoramiento", y "enamoramiento" a lo que yo aquí llamo "amor maduro".