NOTA: Los trozos de texto en color gris contienen ciertos detalles ya interpretados de una o más películas, los cuales podrían condicionar o perjudicar su apreciación para quienes no las hayan visto previamente.
Un gran pensador alemán,
luego de reflexionar sobre la naturaleza del arte, llegó a concluir que este es
el acontecer de la verdad. Según él,
la verdad acontece cuando la
contemplación de una materia a la que se le ha dado determinada forma (lo que
llamamos obra de arte) origina en la mente del contemplador un conocimiento
activo, vivencial, que se apodera de cierta realidad porque, aun cuando
previamente la conozca, la descubre, es más: la recrea en un hacer más que recibirla
en un pasivo aprender.
Los zapatos de campesina pintados por Van Gogh |
Para este pensador, el cuadro de unos zapatos de
campesina pintado por Vincent Van Gogh dejaba ver no sólo el calzado revejido
sino la dureza del trabajo en el campo, los padecimientos de su dueña, su
vínculo vital con la tierra… todo esto, concebido en una visión racional y emocional
del espectador, vendría a ser la verdad
aconteciendo. Esta verdad no surge fácilmente con la simple observación del objeto —los propios zapatos— sino solamente desde la representación que de ellos elabora el artista, quien intuyendo
tal verdad da a la materia las formas necesarias para que cualquier mente (aunque
no cualquiera en realidad) la haga acontecer.
En el cine que es arte (lo
hay el que no lo es), se puede encontrar esa misma función de la materia
modelada, la cual es imagen en movimiento y sonido. Por ejemplo, casi al final de “El Padrino
I”, de Francis Ford Coppola, se ven escenas del ritual de bautizo en que Michael Corleone
santifica a su sobrino pequeño, alternadas con escenas de los ajustes de
cuentas criminales, ordenados por él, con que la mafia familiar recupera su
posición de poder; todo coronado por una intensa música sacra. Eso es lo que se
ve y escucha en la pantalla; pero se percibe la sordidez del alma humana, la
doble cara de una parte de la sociedad, su perversión arraigada en el mismo
Estado, y cuántas cosas más...
En el brillante final de la
película “La ciudad y los perros”, de Francisco Lombardi, se ve una panorámica de la Escuela Militar
con la bandera peruana izada mientras sale el profesor honesto expulsado,
burlado y deshonrado por la corrupción del estamento militar; y en un
alejamiento de cámara, mientras sigue yéndose el profesor, ya no se ve sólo la
Escuela Militar sino una panorámica del vecindario que la rodea, luego de una
parte mayor, y después aun mayor, de la ciudad. Eso se ve, pero se percibe una corrupción encarnada en las
instituciones estatales en general, el fracaso no sólo de estas, sino el de una
ciudad, el del Perú entero como república; y el fracaso no sólo de un profesor
y sus alumnos en una escuela militar, sino el fracaso de cualquier ciudadano de
a pie, tu fracaso, mi fracaso…
Al darse la función artística, la verdad aconteciendo cobra poder por el hecho de involucrar simultáneamente varias funciones del siquismo (según lo que establece la neurociencia) reforzándose entre sí: razón, emoción, intuición, instinto, satisfacción... haciendo que nuestro cerebro trabaje en su totalidad. Esto marca la personalidad y por eso la cultura es capaz de generar nuevos seres humanos.
Afiche de "encadenados", tercer largometraje de ficción de Miguel Barreda. |
“Encadenados”, tercer
largometraje de ficción de Miguel Barreda, es un cine que apuesta por el arte; es decir, te puede devolver de la sala de cine distinta o distinto de como te recibió. “Encadenados” se propone representar la frustración existencial de diez personajes
representativos de diversos estratos de la sociedad peruana, a través de cortas
historias encadenadas (algunas no muy bien, lo veremos en la siguiente entrada) en que las condiciones externas los
terminan condenando a una cadena de caídas, recuperaciones y recaídas, como dice uno de estos; pero ya sin
esperanzas, vacilando sin certeza entre dos estrategias posibles pero indistintas: planificar o
dejarse llevar. A resignarse a un destino definido por el tedio de no avanzar,
por la certeza de vivir como si de algún castigo se tratara. En "Encadenados" acontece, como en la vida, un doble encadenamiento: uno causal o de adyacencia argumental (las historias vinculadas) y otro, el grave, la fatalidad ontológica: no es gratuito que
otro protagonista, obligado por las circunstancias a ser amargamente víctima y
verdugo, recite en su frustración estos versos de Calderón de la Barca:
¡Ay mísero de mí, y
ay, infeliz!
Apurar, cielos,
pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
La verdad que acontece con la lectura de esos versos es la misma que acontece —aunque por momentos sólo pretende acontecer, como veremos en la siguiente entrada— en estos relatos cortos sobre los diez personajes que tantas veces hemos sido, querido lector, tú y yo...
Sin salir del tema, termino esta entrada felicitando la medida tan apropiada tomada por Multicines UVK al designar un espacio exclusivo para el cine-arte en sus salas; así como la de Cinemark al reestrenar grandes obras de la historia del cine mundial. No podemos desperdiciar estas felices decisiones. Esperemos también que estas no se queden en Lima y lleguen al resto del país.
Ah, a propósito. Aquél gran pensador alemán fue Martin Heidegger.
Sin salir del tema, termino esta entrada felicitando la medida tan apropiada tomada por Multicines UVK al designar un espacio exclusivo para el cine-arte en sus salas; así como la de Cinemark al reestrenar grandes obras de la historia del cine mundial. No podemos desperdiciar estas felices decisiones. Esperemos también que estas no se queden en Lima y lleguen al resto del país.
Ah, a propósito. Aquél gran pensador alemán fue Martin Heidegger.
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