Los protagonistas de Lusers. Parecen darnos un mensaje poco amable a los espectadores. |
En los
últimos meses el cine peruano ha sido más productivo de lo normal, lo cual es
un motivo de alegría; y más aún por no tratarse sólo de películas producidas en
la capital. Ahí tenemos Encadenados (de Miguel Barreda), que es una de las
primeras propuestas serias de hacer cine arequipeño.
Me habría encantado hablar de todas ellas dirigiéndome al público arequipeño; pero esto
no ha sido posible ya que no todas, ¡ni siquiera la mayoría!, han logrado ser
exhibidas en las salas de cine de Arequipa. Y, lamentablemente, las que más
merecen ser vistas desde el punto de vista cultural, son las no exhibidas.
Toda
creación humana es cultura. Cierto; pero esa no es la única acepción del
término. También se conoce por cultura a la creación humana que responde a una
esmerada inspección del autor dentro de sí y su mundo externo (aun cuando sea
fantasía lo que crea) y a un impulso vital para crear o recrear una verdad a
través de un conjunto de técnicas e innovaciones vinculadas a un legado
histórico que el autor ha asimilado con inocencia y devoción, o sea con la
seriedad con que juega un niño (metáfora con que Nietzsche definía la madurez).
En suma, podríamos decir que hay cultura poco o nada cultivada y que la hay más
cultivada, a la cual se la nombra por antonomasia con el mismo término:
“cultura”.
En el
cine se pueden notar estas dos formas de creación. El cine cultivado, o culto,
al que también podemos llamar cine-arte, es aquel que ofrece una mayor gama de
significados o significados más amplios con los recursos audiovisuales que
emplea, que puede adquirir más significados si es vista dos o más veces. Y el
cine menos cultivado es más inmediato en sus efectos, no logra amplitud ni
profundidad significativa y por ello se agota, es intrascendente. Con el
cine-arte usted puede salir de la sala de proyección distinto o distinta de
como entró; con el otro quizás haya pasado un buen rato. (Es necesario anotar
que no hay cine totalmente culto ni totalmente inculto; aquí hemos diferenciado
tendencias opuestas a las que se pueden aproximar las obras cinematográficas,
unas más a alguna de ellas y otras menos.)
Magallanes (de Salvador del Solar) y Nn:
sin identidad (de Héctor
Gálvez), estrenadas en la capital hace ya más de un mes, son muestras muy
buenas de cine-arte contemporáneo nacional. En ellas el producto audiovisual, a
través de significados múltiples que pueden variar de espectador en espectador,
se extiende hacia la dura relación individuo-realidad que todos vivimos. Es
aquí donde querría explayarse este columnista —que en su breve estadía en Lima
no alcanzó a ver las demás películas peruanas ausentes en Arequipa (Dos
besos, Ella y él, Cementerio General 2, Avenida Larco)— y decir por qué Nn: sin identidad es sinfónica, por qué Magallanes es socavante y en algunos aspectos
línea divisoria de dos formas típicas de identidad peruana…
Pero no.
En Arequipa sólo se estrenaron, aparte de la arequipeña Encadenados (valiosa y recomendable), la
peruana-chilena Lusers (de Tico Rodríguez), que ya va
seis semanas en cartelera nótese la
desproporción— e Hija de la
laguna (de Ernesto Cabellos),
recomendable documental que duró en las salas muchísimo menos.
La que
aún sigue en cartelera es Lusers,
comedia de hechos absurdos que apuesta por la broma simplona (este columnista
ser rio tres veces durante las dos horas) y la artificiosa ilación de la trama,
sin exigirse siquiera en actuación: Alcántara sobreactúa como si se tratara de
algún “sketch” de Risas de América o de Jorge Benavides. (SI NO DESEA CONOCER DETALLES DE LA
TRAMA, PASE AL SIGUIENTE PÁRRAFO.) El
desarrollo no captura al espectador atento: no se logra justificar el abandono
del chileno por parte de su esposa (mejor habría sido no ahondar en eso y
mostrar tal abandono como un hecho de partida); y es totalmente inverosímil la
escena en que el peruano, tras el accidente vehicular, conoce a los otros dos,
casi tanto como los “ayes” con que éste se queja de un dolor que se le pasa en
la siguiente escena. Alguien dirá que en la comedia se permite lo inverosímil; claro,
pero cuando el mismo detalle inverosímil es lo cómico, como en la escena en que
el jefe de la tribu muestra su celular moderno, lo cual sí es un acierto, entre
algunos otros. Otro defecto es que no hay coherencia en la trama: en plena
selva, el perseguidor los encuentra una y otra vez… ¡ni hablar! Por otro lado,
en muchos momentos es predecible la broma siguiente; por ejemplo cuando el
argentino, luego de estar molesto e indignado con los otros cantando la canción
romántica, iba a terminar entonándola con ellos… En fin, son escasos los
aciertos y no hay mucho más que decir de la película que no sea mencionar
detalles similares. Dos horas para tan poca virtud no valen el esfuerzo; pero
si le gusta comer popcorn mientras se
relaja o se distrae en un asiento cómodo, aún puede ir a verla. Más bien, que
esta película sea la única peruana estrenada en Arequipa aparte de la película
local, sólo prueba que usted y yo, los espectadores arequipeños, somos los
auténticos lusers.
Existe
otra dimensión en la cual se pueden valorar las obras cinematográficas: los
motivos por los que son concebidas y realizadas. Unas pueden ser creadas
respondiendo más a ese impulso vital del que hablamos anteriormente, el cual
termina re-creando a su propio creador, como recientemente nos lo hizo recordar
el gran cineasta Francis Ford Coppola declarando que él hace cine no para ganar
dinero sino por placer. Otras películas, deliberadamente y sin más, son
concebidas para romper taquillas y producir jugosas ganancias. Aunque esto no
significa que no haya cine-arte taquillero, realizado con altas expectativas
comerciales; la tendencia actual es que el cine ultra taquillero sea el poco
cultivado y que el cine-arte sea poco comercial, por ser más personal,
exploratorio, y a veces difícil de asimilar en gran medida debido a la continua
exposición del público a cine de mala calidad. No sólo eso sino la desconexión
escandalosa entre las cinematografías regionales, mientras que el cine
comercial extranjero sí es difundido en todos los cines a nivel nacional: así
como no se han estrenado en Arequipa las buenas películas ya mencionadas, la
arequipeña Encadenados, por ejemplo,
no se ha llegado a estrenar en la capital ni en el resto del país.
Muchos
apelan a la libertad de elección del consumidor y de la oferta empresarial para
justificar el hecho de que el mejor cine no llegue a todas las salas. Pero no
consideran el hecho de que antes no era así y de que la misma oferta va afectando
las preferencias del público, actuando en conjunto con el indiscutible rol
embrutecedor de masas que actualmente vienen cumpliendo en su gran mayoría los
medios comerciales de comunicación; círculo vicioso del cual necesitamos,
¡urgentemete!, salir.
¿Qué
hacemos para que llegue a Arequipa ya no sólo el cine-arte mundial sino el
propio cine-arte peruano? ¿Y qué hacemos para que en todo el país se estrene el
buen cine arequipeño, que ya está despuntando? ¿No es trágico que, mientras las
salas se atiborran de cine comercial extranjero, un columnista no pueda hablar
en Arequipa del valioso cine peruano actual, por la ausencia de este en las
salas comerciales?
Felizmente
nos quedan los circuitos de cine alternativo, que exhiben cine de calidad, y
que sin duda son centros de entretenimiento. Tenemos en Arequipa el cineclub David Griffith, que funciona en
El Cultural; el cineclub Carlos
Oquendo de Amat, de la Facultad de Derecho de la UNSA; el cineclub del
Centro Cultural Cubo Blanco; el Festival de Cine Europeo, que se está realizando
en la Alianza Francesa, en el ciclo Audiovisuales
de la UNSA y en el Centro Cultural Peruano Alemán. Búsquelos a todos ellos en
las páginas culturales, busque en Facebook el portal de “EL OTRO CINE”, donde
se informa sobre todas las proyecciones de cine alternativo en Arequipa…
Pero se debe
hacer más para masificar el cine-arte peruano y extranjero. El Estado,
las instituciones culturales privadas, las universidades, deberán invertir en
propaganda; véase cuánta han tenido las taquilleras Asumare 1 y 2 o Lusers. Todo esto además de seguir exigiendo la
aprobación de una nueva Ley de Cine justa que promueva todo el cine nacional
sin excepciones, y haga los esfuerzos necesarios por conectar el cine peruano
con la cultura, la cultivada, la que perdura y nos eterniza.