Sobre la relevancia a posteriori de los entornos de la creación
Dices que transformé “lo importante en fundamental
al momento de considerar la vida como un medio para llegar al sentido”. Lo que
creo es que la vida del autor, que nunca es solo la del autor porque siempre está embebida de lo social, es no tanto un medio sino una ayuda que nos permite en la lectura
recoger significados ajenos a nuestro entorno y a nuestra época para darle sentido
(sentidos, mejor dicho) a la obra literaria.
En mi artículo
yo hablé de “acercarse al sentido”, y especifiqué: “el de la obra al ser
escrita”. No llamé “sentido” a los sistemas de significados y connotaciones que
cada lectura de una misma obra puede generar sino sólo al del acto creador (que
tampoco tiene que ser uno solo); pero bien se los puede llamar así. Debí ser
más preciso.[1] Sin
embargo, en mi texto, la mención a esa suerte de sentido original no se puede metafísicamente asumir como una verdad secreta, como la única plausible; porque
hablaba de “acercarse” a él y no de encontrarlo, pues si de encontrarlo se tratara ¿cómo podría la
lectura dar un resultado coherente si sólo nos acercamos, sin llegar nunca, a
esa supuesta coherencia única? Claro, se puede cuestionar que sea necesario “acercarse
al sentido original”; pero también es cuestionable la actitud que invalida esos
acercamientos. Mas tengamos en cuenta que el acercamiento es muy lícito, y que incluso en casos de lecturas antagónicas
de una misma obra, existe un acercamiento por oposición. El no acercamiento quizás
equivaldría a la no lectura.
En tu respuesta, soslayaste una
cuestión fundamental de la mía. Y esta consistía en por qué no valdría disponer
del conocimiento de ciertas particularidades de los entornos social, geográfico
e histórico del origen de la obra, que mucho tienen que ver con los del autor si es que no son los mismos, como competencia cultural legítima para una lectura (competencia importante
pero no imprescindible, claro). En el caso de Trilce XXXII, ¿por qué no cabría dentro
de la definición de competencia cultural (el “bagaje” del que hablabas en una de tus respuestas) conocer el pregonar del bizcochero en ciertos barrios de la Lima de
entonces? ¿No es un objetivo de la crítica resolver el desfase entre el entorno
social espaciotemporal de la lectura (el del lector) y aquel en que se forjó la
obra y cuyas dinámicas significativas (con respecto a la obra) convergen
funcionalmente en el autor, desfase que conlleva un desfase del lenguaje mismo?
¿No abre más ventanas a la lectura plural la mayor competencia para entrever significados
en cada porción de lenguaje de una obra, y “jugar” con ellos, combinando y
ponderando?... A fin de cuentas, ¿no es posible como fenómeno la literatura
misma, justamente porque hay códigos culturales comunes (tomemos el idioma mismo
como uno de ellos) entre el autor y el lector?
En síntesis, ¿de
la multiplicidad de lecturas posibles, por qué invalidas las que en los
significados que recoge se restringen a entornos más reducidos, a los que
pertenece el autor o con los que interacciona? ¿No estás de esa manera restando
multiplicidad?...
Lo que yo
dije es que una lectura de Trilce XXXII
no sería la misma para nadie una vez que conozca aquella revelación de Haya y Lévano,
algo más restringida en los entornos ya expuestos, porque el lector sería de una
nueva forma competente con respecto a esa obra. “Contra facta non argumenta”,
dice un viejo adagio romano[2]: mi lectura de ese poema no resulta la misma una vez incluida esa revelación en mi saber,
asumo que como una competencia más en mi bagaje cultural. Eso mismo se
comprueba en todos a quienes se la pude transmitir… Y justamente de eso se
trata, de que cada lectura no sea la misma.
Tal revelación propició, pues, lecturas distintas; y ese es un hecho que no cuadra con la teoría tal como la planteas. Si
la explicación que te propongo usando el modelo de competencias o códigos
culturales es inadecuada, está bien: me das las razones y las evaluamos; pero ese hecho, esa porción de realidad, de todos modos debería
poder explicarse. Para eso es la teoría.
Sobre el arte como liberación, algunas falacias y el campo intelectual
En cuanto al
arte como liberación, lo que menos quise era dar la justa definición de arte
(no sé por qué asumiste eso). Lo que dije del arte es una visión de uno de sus
aspectos. Más bien rescato el juego dialéctico que planteas y diría que el arte
a la vez libera y sujeta, permitiendo desarrollo.
Sobre lo del campo intelectual, dices que el sentido de la obra estaría “en el horizonte interpretativo de ideas que componen el campo intelectual”. Entiendo por ello que es el mismo campo intelectual y no tanto el análisis que hagamos de él lo que nos ayudaría en la construcción de uno o de otro sentido para una obra. Y el análisis del campo, para elaborar una sociología de los sentidos construidos o por construirse. Si la cosa va por ahí, concuerdo contigo.
Ahora, todo
ese rollo de que ningún salón de grados universitario ni ninguna revista
académica aceptarían mis planteamientos, me resulta bastante falaz (encuentro
apelación a la autoridad y a la amenaza de fuerza por consecuencias negativas).
Las razones han sido —y lo son— suficientes para tratar de entendernos.
La madre del cordero
También estamos de acuerdo, y desde el comienzo, en lo
siguiente (te cito): “Si la condición de escritor en la Ciudad Blanca se define
más por la impostación, exabruptos, desmanes, atuendos y demás se confirmaría
en una instancia local aquello que viene sucediendo globalmente: que el
ser-escritor es una condición establecida al margen del fuero literario, que el
estudio de los textos no resulta relevante para un amplio sector de la
comunidad literaria y que es más sencillo posicionarse mediante una publicación
(la urgencia por publicar a una edad precoz es bastante sintomática) aderezada
por la performance individual. La respuesta a tal diagnóstico debe
ir en dirección contraria al malestar: devolverle el lugar que les corresponde
a los textos y a los lectores.”
Digo que estamos de acuerdo desde el comienzo porque en la crítica que hice de un festival de poesía, por lo que entré a tallar en esa
polémica, partí de la falta de poesía para advertir que la pose no podría
rellenar esa ausencia. Dije, pues: “Fui a un festival de poesía y me encontré con un
desfile de modas... como si los atuendos que hacen más alarde de intelecto
correspondieran a los mejores versos.” (Lo menciono porque muchos creen que partí
de la pose para juzgar la poesía.)
Saludos cordiales.
[1] Para absolver la imprecisión,
reformulo mis palabras. En lugar de decir que la biografía del autor o su conducta, paralelos a la producción de su obra [son] importantes para llegar a esta última en el sentido de acercarse al sentido: el de la obra al ser creada, sería mejor decir que conocimientos particulares del entorno de la obra,
la cual se corresponde con el entorno del autor, son importantes —o sea útiles—
para enriquecer esa polisemia que permite el juego de significados y sentidos parciales y, como
consecuencia, la construcción de sentidos coherentes.
[2] El adagio romano significa: "Contra los hechos no valen
argumentos."
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