lunes, agosto 29, 2011

All you need is love, Say no more


Charly García: una travesía a otro mundo en Arequipa

Cuando Charly García entra al escenario, tú, que sabes de él, te le quedas mirando y te dices qué animal es ése, por qué tiene luz propia, y sabes que decirte eso tiene poco de retórica porque saber de él —haber quedado perplejo con Boletos, pases y abonos al menos la primera vez que la oíste, o sea saber de él— no es suficiente para entender qué animal es ése, de dónde esa luz propia. Y cuando comienza a sonar Cerca de la revolución entiendes que estás de travesía en otro mundo y que lo tienes enfrente. De pronto ya te reconoces parte de él, siempre lo fuiste en realidad, estar ahí es ahora natural para ti y cantando “aunque vives en mundos de cine, no hay señales de algo que viva en ti”, ambos, Charly y tú, saben que se lo dicen a los que están en este mundo, al que has de regresar al final del concierto pero eso no te importa; súbdito de la verdad, te sientes pertenecer a un todo supremo. Vociferas “cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada” y eres comprendido, multiplicado, eres muchos, infinitos. Pero antes que de Charly, lo reconoces, tú siempre fuiste de Sui Generis, y lo escuchas cantar Confesiones de invierno, no lo puedes creer y se te hacen agua los ojos, Charly termina y dice que ese tema es una mentira porque tenía 15 años cuando lo compuso… pero pocos advierten la trampa: Charly nunca dejó de tener quince años.
Sí, hay éxtasis; pero no pierdes la ternura, y la sientes contigo mismo; esta vez no lo cantas, te basta con la voz de Charly: “me siento mucho más fuerte sin tu amor”, y lo repites con amor… La consciencia tiene ahora la importancia de un suvenir y llega un tema del nuevo álbum, Charly diciendo cosas como “no importa la revolución” y “no importa Chopin” —ese Charly que en los últimos años se ponía serio sólo para tocar Beatles— ahora parece ser el John Lennon del famoso recital en Nueva York pregonando “no creo en el yoga”, “no creo en Zimmerman (Bob Dylan)”, “no creo en los Beatles”. Y recuerdas que con Charly eres un veterano del ejército del Sargento Pimienta, aquella legión del Amor: “Oh, no puedes ser feliz, con tanta gente hablando, hablando a tu alrededor… Oh, dame tu amor a mí, estoy hablando, hablando a tu corazón.” Y son, Charly y tú, veteranos en ejercicio de la consigna all you need is love, y van más allá de la apología: “un amor real es como vivir en aeropuerto”, “gozar, es tan parecido al amor”. Charly lamenta haber crecido con Videla y tú recuerdas haber crecido con Fujimori. “Estoy verde, no me dejan salir” te parecía relleno postmoderno y le encuentras sentido: “tengo que confiar en mi amor”. Promesas sobre el bidet te parece arqueología sagrada, y aun así adviertes que tú tampoco aprendiste a vivir. Y todo esto allá, en el otro mundo.
… Hasta que Charly anuncia “Eiti leda” y tú te dispones a morir. Lo creíste decadente, te atreviste a dudar de él y él te viene con Serú Girán (la canción viene de Sui pero Serú la sublimó). Ya no te preguntas cómo lo hará, los sonidos hacen sinfonía: la voz femenina te refresca; el bajo por allá te deforma, te reformula; entra el sintetizador y marca un cambio de todo, subes; entra el piano y vuelve a cambiar todo, subes más; una escala larga de acordes con un redoble de todo un compás en los tambores, que culmina con la melodía inicial en la voz femenina llena de todos los instrumentos, es concluyente; no sabes nada, no entiendes nada… sólo explosionas…
Y la misma canción te devuelve a este mundo, dulce, plácidamente... Regresas. Reconoces lo cotidiano… ¡Gracias, Maestro!

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