Asquean al buen sentido los agasajos de hoy, 8 de marzo, a bendiciones del cielo, bellezas angelicales, ejemplares esposas, orgullos de hijas (eufemismo de «chicas de su casa», vale aclarar)...
La quema de brujas fue un genocidio contra mujeres que osaron desobedecer el orden patriarcal establecido; crimen perpetrado por el poder político y eclesiástico. |
Nadie merece el insulto de ser así valorada. La mujer no es un milagro en el mundo, no es un bien celestial, no es lo más divino de la Creación... Ser mujer no es una maravilla para festejar; sólo es tan humano como no ser mujer.
Y no es bonito ser mujer. Porque ser mujer en esta sociedad es ser explotada en el hogar y en el trabajo --con un salario y expectativas de desarrollo inferiores a las del varón--; es ser juzgada y despreciada o santificada por cómo usa su ropa y su cuerpo; es ser sometida a unos roles que la reducen a accesorio sexual y ornamental del hombre; es ser educada por la familia, la escuela y la Iglesia para sentirse inferior y tener como anhelo fundamental servir para el matrimonio por mandato del romanticismo; es ser idiotizada por el mismo mandato para ser, de adulta, infantil y caprichosa, débil mental toda su vida (princesa se crió y princesa se quedó)... Todo ese lastre por llevar sí que es muy opresivo, humillante y penoso.
A unas más, a pocas menos, así las tiene el sistema social en que las más se acomodan y contra el que pocas luchan. No todas lo padecen por igual, pero incluso la mujer autoliberada (en su propia mente) tiene que enfrentar cada uno de sus días, como una carga, su condición social de mujer.
Hace un siglo, más de cien obreras fueron quemadas vivas en una fábrica de Estados Unidos por luchar por derechos laborales. En honor a ellas se instauró el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, a celebrarse cada 8 de marzo. Eso era muy peligroso y decidieron luego que se festejara el hecho simple de ser mujer. Casi lo logran; y digo "casi" porque aún hay rebeldes que no piden flores sino derechos, rebeldes a ser catalogadas de putas o santas, rebeldes que se atreven a amar y a dejar de amar.
No vayas contra la historia. Ella no merece tus flores por ser mujer. Merecerá lo que un ser humano merezca por lo que hace y por lo que es como resultado de lo que se hace.