"Me conmueve la desesperación de tantos jóvenes artistas por no perder el carro de la modernidad –dice Luder–. No se dan cuenta que ese carro conduce inexorablemente al Museo de las Antigüedades."
(Julio Ramón Ribeyro)
A propósito de una controversia reciente sobre cómo debieran o cómo no debieran comportarse los poetas, Carlos Caballero afirma en un relevante artículo que el autor no importa. En él se refiere, de la mano de Michel Foucault y Roland Barthes, a lo inadecuado que resultó en la historia de las artes dar importancia al autor, evocando dos hechos conocidos: la práctica idealista del culto al autor como “ser escogido” y el estigma reaccionario que caía sobre ciertos autores rebeldes odiados por el estatus quo, a fin de acallar su obra. Y entre sus argumentos cita Caballero las ideas del sociólogo Pierre Bourdieu al respecto del campo intelectual, cuyo análisis, que toma el modelo de campos de fuerzas de la física, permite identificar los agentes, las fuerzas y los mecanismos sociales por los que se dieron tales fenómenos históricos.
El sociólogo Pierre Bourdieu |
Ciertamente, la
virtud de una obra publicada es independiente de la conducta de su autor
juzgada desde la moral o desde cualquier otra contemplación. Sin embargo, eso
no debe significar que la biografía del autor o su conducta, paralelos a la
producción de su obra, no sean importantes para llegar a esta última en el
sentido de acercarse al sentido: el de la obra al ser creada. Cuenta César
Lévano que cuando César Hildebrandt y él le hicieron una entrevista a Haya de La
Torre —que había sido amigo de Vallejo—, este les preguntó si entendían el
verso de Trilce que dice
“Serpentínica u del bizcochero, engirafada al tímpano” y ellos respondieron con
un sucinto no. “Haya entonces empezó a contar —nos
dice Lévano—: Vallejo vivía en el segundo piso de una pensión en una
calle soleada y tranquila, y como a la una de la tarde llegaba hasta ahí un bizcochero
con sus cestas grandes y gritaba ‘bizcocheró-uuuu, bizcocheró-uuuu’. Vallejo al
oír eso, bajaba rápidamente a comprar esos bizcochos. ‘Serpentínica u del
bizcochero, engirafada al tímpano’ era la descripción poética de cómo llegaba
la voz del bizcochero desde la calle hasta los oídos de Vallejo.”
Sin ese dato del autor, estrictamente vivencial, para nadie sería lo mismo una
lectura de Trilce.
En su
artículo, Caballero sostiene que el autor no importa, enmarcado dentro de lo
que sucede después del acto creativo, una vez publicada la obra…. y acierta. Mas
lo que sucede antes de la creación y durante ella, es otro cantar. Justamente
ese análisis de Bourdieu que él cita, nos permite dilucidar de qué manera, en
la historia de las artes y de la creación intelectual, el autor es importante.
El campo
intelectual tiene su propio estatus quo, dominado por la estética más exitosa del
pasado inmediato y en lucha por la conservación de la legitimidad frente a
distintos agentes transgresores que no tienen la victoria asegurada,
marginándolos a su vez y cediendo espacios que ya no puede retener ante la
presión de lo nuevo en crecimiento. El artista, al conocer la configuración
actual del campo, define su proyecto creador entre dos extremos posibles:
asegurarse una posición acatándolo, o desdeñarlo y dar rienda suelta a su
mismidad bajo el riesgo de ser marginado.
Uno de los ejemplos que nos da
Bourdieu es el caso de Flaubert, que tuvo que considerar censuras que limitaron
su proyecto creador y no le permitieron explotar tendencias estéticas que
correspondían a lo que después ensalzarían los teóricos de la novela moderna. Por
otro lado, tenemos muchos creadores que empiezan a repetirse al encontrar una
acogida que los pone en una zona de comodidad en que se anquilosan. También
ocurre esto en la práctica social: hay intelectuales
de pensamiento progresista que estigmatizan a otros por díscolos, el típico
adagio de "tiene razón pero no es la manera"; y otros que se sienten
defraudados de los primeros por saberlos pusilánimes.
Si el creador
no es consciente de esta acción condicionante del campo a través estos patrones
en que encajar, el anhelo de legitimidad lo puede llevar a la impostura no sólo
en la conducta social sino en el mismo proyecto creador cuando este se define, por
cálculo de expectativas, en el cumplimiento de las exigencias estéticas del
presente, desestimulantes, que para Bourdieu constituyen restricciones del proyecto creador. La opción transgresora, que
desdeña esos patrones, por ser riesgosa en sí, no asegura la legitimación social
tanto como la impostura. El creador que, en cambio, resuelva el conflicto
negando sus ansias de “inmortalidad”, reafirmándose en su rol de creador, podrá
sortear tales restricciones, y será más capaz de no anquilosarse en la
legitimidad si esta llega.
No en vano Rainer María Rilke aconseja al joven Kappus, aspirante a
poeta: “Pregunta usted si
sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. Ya se lo ha planteado a otros. Los
envía a las revistas. Los compara con otras poesías y se inquieta cuando
ciertos editores rechazan sus intentos literarios. En lo sucesivo, ya que me
permite aconsejarle, ruégole que abandone todo eso. Usted mira hacia afuera y
es, precisamente, lo que no debe hacer desde ahora. Nadie puede aconsejarle ni
ayudarle. Nadie. Sólo hay un recurso: vuelva sobre sí mismo. […] Puede que usted sea convocado por el arte.
Entonces, asuma su destino y llévelo con su pesadumbre y grandeza, sin indagar
jamás acerca de cuál es la recompensa que pueda venir desde fuera. Pues el
creador tiene que ser un mundo para sí y hallar todo en sí mismo y en la
naturaleza a la cual se ha incorporado.”* Un poeta dependiente del veredicto social que lo
legitime creará poesía prisionera… Es entonces cuando el autor sí importa.
El poeta Rainer María Rilke |
* Rainer María Rilke,“Cartas a
un joven poeta”
http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/rilke.htm
http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/rilke.htm