De pronto ves los pechos de una modelo, finos y hermosos –te parecen deliciosos, no lo niegas– y evocas los pechos de tu amada: llamativos, mágicos, frutales. Por tal evocación amas un poco los pechos de la modelo; y entiendes que alguien imparcial sólo vería dos bellezas repetidas…
Los pechos de la modelo no dejan de recrearte, pero tal vez no los deseas, no los necesitas. El amor te da una calma nueva, y no te urge acaparar la belleza del mundo. Sigues contemplando a la modelo, con sabia tranquilidad; deseando besar los pechos de tu amada, y el aire de la habitación te llena, te agranda.
¿Dónde está la nada...?[1] Concebida la nada como la no-sustancia, el no-espacio, el no-tiempo, se podría responder a esta pregunta diciendo que está en todo sitio o, bien, que está donde tú quieras... desde el hecho de que, si cortamos imaginariamente cualquier espacio (sabiendo que no existe un “adentro del corte”), bien podríamos decir que la hemos encontrado. ¿Pero de verdad existe la nada?, ¿tiene realidad material como el espacio o la energía?
"Conjunto vacío", la manera matemática de representar el concepto abstracto de la no existencia.
¿O acaso basta que hayamos concebido esa idea para que su significado tenga un correlato real?... (Con "correlato real" nos referiremos a algo que existe objetivamente en el mundo, de modo independiente de su signo lingüístico respectivo, pero siendo representado idealmente por él.)[2] Bajo ese análisis la nada sería distinta de
todo lo demás que se puede representar con un signo lingüístico. Todos tenemos una
idea de “unicornio”; y al pensar en un animal fabuloso con determinadas
características, no le estamos dando existencia a los unicornios, así como no
les damos existencia al Yeti, a los marcianos, a la resurrección, o a Yahvé sólo
con haberlos concebido idealmente, pues esos significados no tienen un correlato existente en el mundo real sino en la fantasía. Ni siquiera a los seres en el mundo real les
damos existencia mediante el proceso de asignarles un significante y un significado: éstos ya la
tienen a priori, como el amor, los árboles, la religión... Pero con el concepto de la nada sucede algo distinto: para que exista, su significado no requiere un correlato real, tangible o evidente. Podemos
arbitrariamente darle un correlato real sólo con el significado, así como supusimos con
el “interior” de un corte cualquiera en el espacio. Justamente la inexistencia
de ese “interior” da un correlato real a ese significado en especial. Pero
nuestro ejemplo era específico; podemos suponer nadas temporales dentro de cada
instante o entre un segundo y el siguiente o entre un
picosegundo y el siguiente, o de modo análogo nadas espaciales, y así suponer todo el espacio, toda la existencia,
plagadas de nadas. Pero sigue siendo arbitraria, o forzada, nuestra manera de
aplicar esa idea a la realidad. En suma, puede ser tan real como imaginaria,
sin haber manera de evaluar su carácter de real o de imaginaria.
Sin embargo parece natural el proceso de aparición de
ese concepto en nuestro pensamiento. Seguramente surgió de la constatación de
ausencias parciales en entornos existentes, así como en un vaso que no tiene
nada de limonada (pero sí hay vaso, sí hay un espacio interior en el vaso), y a
partir de la generalización de esas ausencias parciales se concibió la nada
absoluta.
En el vídeo, “Así hablaba Sali Baba”, de Les Luthiers. Atentos al monólogo final sobre el todo y la nada.
¿Pero a dónde vamos con todo esto? Con la física
contemporánea y el reciente descubrimiento del Campo de Higgs, una interacción
cuántica que da masa a las partículas, se asentó la constatación de que todo es
campo y de que la masa misma es un
efecto de relaciones cuánticas de campos.
Incluso las partículas que nos forman son entendidas como concentraciones de campo. (Para entender qué es campo basta
pensar en cómo caen las cosas y estamos pegados al piso: esa interacción es
expresión de un campo: el Campo Gravitatorio. Como ése, hay otros campos que son a fin de cuentas lo que
da corporeidad a la existencia.)
Como el campo
es difícil de imaginar de manera corpórea, se lo mira con aspecto fantasmal. Y,
ya que la masa misma es una derivación de él, se tiende a decir que el campo, de existencia previa a la masa, es
la nada, y que todo está formado por esa nada. Aquí
caemos en lo propenso que es el concepto de la nada a llevarnos al sinsentido
y la contradicción. En nuestras cabezas un concepto de la nada es: "lo que
no existe". Entonces la pregunta sobre si existe la nada viene a ser una
pregunta compleja (un tipo de falacia), porque lo que no existe efectivamente
no existe, y eso es la nada, que adquiriría existencia desde tal razonamiento,
porque cumple el requisito de su definición: no existir; o sea que existe por
cumplir la condición de no existir. Pero si justamente es lo que no existe,
entonces simplemente la nada no existe. En fin, asumir que existe la nada contradice que no existe (su
propia definición) porque si no es cierto que no existe ya no sería la nada. Y
asumir que no existe es una negación de negación que deviene afirmación: si no
existe lo que no existe, entonces hablamos de pura existencia, ¿pero no era que
la nada era lo que no existía?
Razonar así sobre la nada nos lleva más
a la sofistería y al galimatías que a la lógica y la comprensión de la realidad.
El campo
es toda la realidad, sí; y no puede decirse que es la nada. En fin, tomarlo
como “nada” en vez de “todo”, ya sería cuestión de semántica. La realidad
última es que al campo lo experimentas, lo concibes y te constituye; y es
tal concepto lo más cercano a la nada (lo acepto) a lo que bellamente ha llegado la
abstracción humana para describir con certitud la existencia.
[1]Nos referimos a la nada
absoluta, no a la ausencia de algo en algo. [2]El signo lingüístico es, según Saussure, la combinación de un concepto, el significado, y de una imagen acústica, el significante.